Edgardo Hidalgo Callejas
El mundo que estamos viviendo nos está mostrando la crudeza de la vida ante los acontecimientos que está experimentando la civilización. Ya nada debe extrañarnos, ni siquiera esta Crónica de una niña anónima.
En octubre de 2015, me encontraba en Paris abordando un bus que hacia un recorrido que me llevaría a Bremen, Alemania, programado para llegar a las 7 am. Era de noche cuando abordamos el bus, las 22 pm precisamente. Entregamos las maletas y subimos para esperar la partida y seguir así en un largo dormitar nocturno, hasta amanecer en Bremen.
Todo se desarrollaba normalmente como es lo usual en la rutina de estos casos. Se apagaron las luces del coche y cada uno se aprestó a dormir de la mejor forma posible. El ronroneo del motor es siempre un buen facilitador del sueño.
Hizo varias paradas, que siempre despiertan medianamente a algunos pasajeros, pero que luego del reinicio de la marcha, vuelve a dejarnos en un sueño superficial.
De pronto el chofer se mostró molesto y confundido. Algunos pasajeros preguntaban en alemán, pero él no respondía. Conversaba por teléfono con alguien y de lo que pudimos entender fue que en una parada en alguna parte se había bajado una señora y había dejado a su hija durmiendo aún en el bus. El chofer había advertido el hecho mucho después de retomar el viaje y estaba informando a la central de su empresa. Hubo varias detenciones en puestos policiales y finalmente le informaron -quien sabe quién- que la niña tendría una tía en Holanda, en un pueblo cercano a la ruta que nos llevaba a Bremen. Los pasajeros, entre ellos nosotros, no podíamos ubicarnos en la oscuridad de la noche y más aún sin información, porque el chofer sólo respondía que durmiéramos, que no era problema nuestro y que él estaba solucionando el caso, todo esto con palabras poco amistosas y visiblemente molesto y preocupado. Algunos pasajeros, entre otros mi esposa, intentaron conversar con la niña y se le preguntó su nombre en francés y alemán; pero ella muy tímida no respondía y solo miraba acurrucada en su asiento. Fue preocupante que tampoco llorara, lo que es siempre la primera reacción de un infante frente a situaciones estresantes. ¿Era una niña acostumbrada al sufrimiento?, ¿estaba viviendo una vez más el abandono?
La Ruta a Bremen cruza normalmente 3 países: Francia, un pedacito del este de Bélgica y luego Alemania, pero para ir a Holanda el bus debió seguir alejándose de la frontera alemana. Todo era oscuro porque el chofer no quiso prender las luces aduciendo que no nos preocupáramos y tratáramos de dormir. Había una pugna entre los pasajeros que se interesaban en la niña y su situación y el chofer que hacía lo posible para que nadie se inmiscuyera en el asunto. Muchos pasajeros se durmieron sin importar el cuchicheo que se había formado entre quienes tenían interés en poder colaborar, aún contra la negativa del chofer.
Como a las 3 de la mañana entró a una ciudad, quien sabe cuál en Holanda (Países Bajos ahora); se veían las avenidas y semáforos, con pocos autos transitando. Después de un rato paró en una calle angosta con edificios de más o menos 6 pisos que parecía un barrio de clase baja. Frente a uno de ellos bajó con la niña, que obviamente no llevaba maleta alguna. Por la ventana pudimos ver que parecía tener entre 7 y 10 años, vestía pantalones y una casaca con capucha, lo que hacía más difícil percibir sus rasgos faciales.
Era muy poca la información que nos permitiera dar una pista de dónde estábamos. El chofer no contestaba tampoco las preguntas.
Increíblemente volvió con la niña. Todos sorprendidos intentaban comunicarse en la oscuridad: ¿Qué pasó?, pero ¿qué pasó?, murmuraban todos. El Chofer se dirigió a los pasajeros y solamente dijo en alemán: ¡La tía no quiso recibirla porque no era su problema!. Seguiremos directamente hasta Bremen.
Todos quedaron mudos y poco a poco se escucharon calladamente comentarios de dolorosa incredulidad. ¿Cómo era posible que su propia tía no recibiera a la niña perdida en un bus que iba a otro país, sin maleta ni identificación?, ¿hasta qué punto oscuro y cruel se está viviendo la deshumanización en estos tiempos?, ¿el amor familiar se está desnaturalizando incuestionablemente?
En 1989 se firmó en las Naciones Unidas la Convención sobre los derechos del niño (más 2 protocolos después). Estados Unidos y Sudan del Sur no lo firmaron. Actualmente 194 países ya han consagrado medidas especiales para la protección infantil. El derecho a tener hogar, alimentación y nacionalidad son inalienables. Pero una cosa es el derecho jurídico y otra es la realidad, tanto en los desarrollados países europeos como -dramáticamente lo vemos- en los países del tercer mundo.
¿La supuesta madre que se bajó del bus dejando a “su suerte” a una niña era verdaderamente su madre? Es difícil aceptarlo fácilmente, el sentimiento de madre tiene raíces genéticas muy profundas en la estructura del cerebro, como lo tienen en los animales también. La agresividad frente al peligro de sus cachorros generada por el sentimiento materno no tiene límites. En los seres humanos pasa lo mismo, aún cuando el homo sapiens tiene respuestas más “civilizadas” o evolucionadas, si esta palabra explica mejor esa conducta, por ello que resulta tan increíble aquella dramática decisión. ¿Qué fue de la madre cuando se bajó del bus?: otra incógnita, otro anonimato.
Vivimos tiempos difíciles, los países africanos y las guerras del Asia menor-Siria, Irak, los Kurdos y varios otros- subyace en la invasión que estos migrantes están produciendo para encontrar un mejor futuro en los países europeos, los cuales aducen respuestas supuestamente “administrativas” muy variadas; si son también europeos-arios como los de Ucrania, tienen abiertas las puestas en la mayoría de los países que los acogen muy bien; pero si son africanos o árabes, la respuesta es muy dura. Por decirlo de alguna manera, cada país ha reaccionado según su cultura, y entre esta destaco la discriminación racial, que subyace de un modo hipócrita. No olvidemos que Ángela Merkel tuvo serias dificultades cuando aconsejó pactar un acuerdo para recibir a los emigrantes que llegaban en botes y los que cruzaban los Balcanes huyendo de los conflictos armados. No sabemos si el caso de la niña anónima forma parte de estas inmigraciones, porque sin decir palabra alguna no supimos que idioma hablaba, solo miraba con pena sentada y enrollada en sí misma en el asiento detrás del chofer, donde la puso el conductor al enterarse de la situación.
Tal vez, equivocadamente, intento explicarme el abandono de la niña relacionándolo con el agudo problema que tienen en Europa con las oleadas de emigrantes ilegales; tal vez lo pienso así porque inconscientemente trato de no aceptar la descomposición de la sociedad actual y la disolución del más importante sentimiento maternal, que es la unión de la familia con la amalgama del amor más trascendente. ¿Cuánto lloró la madre al bajarse del bus, si es que lo era?, ¿o se regocijó de haberse sacado un problema? Podría esta crónica ser también la de una madre desesperada. Pero no lo es: es la crónica de la vida, en su ángulo más dramático en el mundo actual, el sufrimiento de los seres más inocentes: la infancia.
Dicen que los latinos somos de fuertes relaciones familiares, lo cual es cierto y para quienes viven en países de cultura anglosajona, germánica y también escandinava- por señalar algunas solamente- comprobamos que en ellos los hijos se van más tempranamente de casa y las relaciones con sus padres en la adultez son bastante más distantes que en el mundo latino, con sus almuerzos domingueros y ahora con la comunicación diaria en las redes sociales. Los muchos pasajeros que se durmieron, no obstante, la grave situación de la niña anónima, pondrían eventualmente en evidencia este hecho cultural.
En la Edad Media, por ejemplo, la queja de vivir “tiempos difíciles”, igual que ahora, nos permite deducir que ha sido un sentimiento frecuente en todas las civilizaciones. Tal vez todos los tiempos han tenido su grado de dificultad que se hace consciente y nos hace creer que es la única vez, o la peor. Pero ahora -si no es la más aguda- al menos es una civilización muy conflictiva y degradante. En el bus había 2 grupos: quienes se interesaron y mostraban abiertamente una preocupación, y los que hicieron caso omiso de la niña, tal ves pensando que el chofer estaba en el propósito de solucionarlo y por tanto mejor era dormir despreocupadamente.
El bus siguió su camino y llegó a Bremen a las 11AM. o sea, con 4 horas de retraso. Para una empresa alemana, tradicionalmente prestigiada por su orden y responsabilidad, debe haber sido un problema que sin duda mereció una sería investigación en la empresa.
La niña fue bajada primero y conducida al interior de las oficinas, para ser entregada a la policía y luego trasladada a una institución infantil, según dijeron los funcionarios presentes en la recepción.
La empresa envió después un mail de disculpas por su notable atraso en la llegada, además de 2 boletos de cortesía para que los usáramos en el momento que quisiéramos.
Y, sin más, el mundo siguió su curso.