En los últimos meses, las autoridades educativas del país se han esmerado en dar un cierto mensaje de “normalidad” frente a la crisis sanitaria y económica por la que atraviesa el país. El ministro Raúl Figueroa, desde su nombramiento en la cartera de educación, ha demostrado un excesivo ímpetu por reanudar las clases de manera presencial, lo cual le ha costado un sinnúmero de críticas bien fundamentadas.
¿Qué implicancias conlleva tomar estas decisiones de manera tan apresurada? En el Diálogo Abierto de esta semana resolveremos esa y otras dudas conversando con DANIEL JOHNSON MARDONES, profesor de historia, Magíster en Currículum y Comunidad Educativa de la Universidad de Chile, Doctor en Curriculum e Instrucción por la Universidad de Illinois y actual director del Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile.
Entrevista de Gabriel Palma Garrido
IL.- El lunes 28 de septiembre el Ministerio de Educación confirmó la vuelta a clases presenciales para 5 establecimientos de la comuna de Pirque para el 1 de octubre y 4 colegios de Vitacura para el 5 de octubre. Este hecho marca la vuelta a clases presenciales en la Región Metropolitana, que, si bien no es la primera región en iniciar las clases en las aulas, es una decisión controversial considerando la alta cantidad de casos activos que aún concentra la capital. ¿Qué opina usted al respecto?
DJ.- Es un tema problemático debido a la insistencia del Ministerio por la vuelta a clases. Podría hablar del “largo plazo”, pero en realidad ha sido un proceso de pocos meses, en donde el Ministerio ha sido insistente en reanudar las clases desde abril, luego en agosto, y finalmente nos encontramos en esta situación de vuelta a clases presenciales.
Es problemático porque, pese a que ninguno de nosotros es experto en salud pública, sí que conocemos la realidad que nos aqueja, y se fundamenta en material informativo de personas entendidas que así lo han expresado.
Lo conflictivo del asunto es la señal que se está entregando a la población. Hay una señal de que se está avanzando, pues aún hay demasiada incertidumbre como para tomar esta opción como una medida de sistema. Efectivamente, si tomamos como ejemplo el caso de algún colegio rural, como lo viene haciendo el ministerio hace un tiempo para poder justificar esta medida, la posibilidad de retornar a clases presenciales es totalmente factible. Sin embargo, es una situación completamente distinta considerando la realidad de las ciudades grandes, medianas e, incluso, las pequeñas. Esto se aprecia en Santiago, sobre todo, en donde hemos visto durante la pandemia que es una ciudad sumamente interconectada. No se trata únicamente de la situación estudiante–familia, sino de lo que significa tener un colegio abierto en términos de la comunidad en general.
Además, hay que considerar la altura del año en la que estamos, pues quedan tan solo dos meses de clases nominalmente. Lo encuentro problemático y, además, considero que el Mineduc ha adoptado una actitud poco dialogante; es perfectamente posible aportar ideas y opciones para los estudiantes, pero otra cosa muy distinta es entrar en una conversación con los autores de esta decisión.
IL.- ¿Qué opciones plantea el rubro docente? ¿Continuar con las clases virtuales o cerrar el año anticipadamente?
DJ.- Hay que reconocer que hoy día sabemos mucho más que lo que sabíamos en marzo o abril respecto a cómo está funcionando este nuevo modelo en cuanto a sistema. Ahora, claro, sabemos con certeza que hay una desigualdad inmensa y que la brecha digital existe, y se verán las limitaciones dependiendo del lugar social en el que una persona se encuentre.
El Colegio de Profesores ha sido bastante claro al plantear que las clases presenciales deberían volver el 2021. La experiencia internacional nos ha demostrado los riesgos que tiene el volver a la presencialidad de manera anticipada, por lo que pensar en el 2021 como año de retorno a las aulas es lo más adecuado.
Respecto a la modalidad remota, las personas ya han desarrollado habilidades (en mayor o menor medida) para el manejo de estas tecnologías. De igual manera, las formas de hacer clases se han seguido haciendo a través de papel y whatsapp, tal como se venía realizando antes del contexto de pandemia.
El otro tema es que los establecimientos y el Ministerio deben asegurar la existencia de mascarillas y kits sanitarios para realizar una vuelta segura a las aulas. Todo esto debería ser una solución sistémica planteada desde el gobierno, y aún no existen esas certezas para afrontar un retorno a las clases.
IL.- ¿Qué balance se puede hacer respecto al aprendizaje obtenido por los estudiantes durante el período de clases virtuales? ¿Es tan perjudicial como lo indica el Mineduc?
DJ.- Los juicios basados en evidencias se podrán hacer posteriormente superada la pandemia.
Claramente hay un impacto significativo. El vivir en una sociedad tan segmentada como la chilena hace que el “factor escuela” sea relevante en términos de que solo por las escuelas se pueda acceder a ciertos elementos.
Evidentemente ha habido un impacto, pero la gravedad de ese impacto está por verse, y ese impacto hay que analizarlo en base a evidencias y no en proyecciones, pues esta es una situación sumamente nueva; en términos educacionales debemos pensarlo como una nueva experiencia también.
Yo rescataría algo que ha sido transversal en todos los segmentos sociales y eso ha sido el énfasis en el bienestar socioemocional de las comunidades. Como declaración puede que los compromisos sean distintos en cada actor, pero en términos de funcionamiento sistémico, los esfuerzos han sido comunes. En todos los niveles educacionales se han hechos los esfuerzos por tratar de mantener un nivel de aprendizaje, aunque sea online, y eso es algo que se valora dentro de la comunidad.
IL.- El colegio de profesores y otras muchas agrupaciones de docentes han alegado una falta de compromiso por parte del Mineduc para afrontar esta crisis sanitaria desde el ámbito de la educación. Esto es evidenciable desde las carencias que presentan los colegios municipales frente a los privados. ¿En qué aspectos cree que se ha dejado a la educación?
DJ.- Tal vez el aspecto evidente ha sido en cómo se ha pensado el actuar en este contexto. Hoy en día la desigualdad se expresa de manera interseccional; hay un costo en términos de género por quienes llevan el laburo a la educación pues la mayoría de las personas que ejercen la docencia son mujeres. Y no solo es en la escuela, sino que también las mujeres, en general, se llevan la carga de las labores domésticas.
Los argumentos no están en tela de juicio por su trasfondo, sino en cómo son utilizados. Algunos “expertos” indicaban en las noticias que es necesario volver a clases para que alguien pueda cuidar a los niños. Pasamos de una actitud en la que se critica a los profesores porque, supuestamente, no están trabajando, a otra postura en la que se concibe a la escuela con un rol de guardería para que los padres puedan salir a trabajar.
El punto de fondo aquí es cómo se piensa el conflicto a nivel global y en cómo se piensa en una solución. Por ahora se está planteando una solución de mercado, en donde se premia con una subvención más alta a los colegios que vuelven a clases y con una más baja a aquellos establecimientos que no lo hacen.
Chile parece ser un caso extremo en el que todas las interacciones sociales se relacionan con una estructura básica: el mercado. Frente a eso, la pandemia vino a demostrar estas desigualdades que eran totalmente visibles antes de la crisis sanitaria. Es cosa de analizar las soluciones estructurales planteadas por el gobierno para darnos cuenta de lo débil que es el Estado en nuestro país, y esto es solo consecuencia del laboratorio neoliberal que se implementó en Chile de manera extrema.
El otro rol importante es el rol de las comunidades. Por suerte no todas las orgánicas están basadas en el mercado, sino que algunas funcionaban en base al territorio.
Boaventura De Sousa Santos publicó un pequeño libro hace poco que se llama La cruel pedagogía del virus. En el texto habla de cómo la epidemia, como alegoría, vino a demostrar el temor y el miedo con el que la gente puede vivir, y a su vez es una alegoría de todas estas sociedades occidentales organizadas en base a un Estado débil y dependiente del mercado.
IL.- ¿Qué lecciones y proyecciones debería dejar esta crisis para el futuro de la educación chilena?
DJ.- La discusión se ha enfocado en el sentido correcto, pues se está discutiendo cuál es la nueva sociedad que queremos, si nos hemos hecho conscientes de los problemas que aquejan a la sociedad chilena, y que son producto del abuso reiterativo y mucho más que eso. Tiene que ver con la institucionalización del abuso.
Lo primero que hay que hacer es tomar una postura como país mediante el plebiscito del 25 de octubre. No podemos basarnos únicamente en la voz especialista, pues se ha relativizado considerando que nadie puede ser especialista en una situación completamente nueva.
Esta pandemia es una situación inédita. Existe la experiencia en la educación en tiempos de emergencia; hay problemas que viven esta excepcionalidad y que para nosotros ya se transformaron en normalidad por el contexto de pandemia. Si vamos más allá de los problemas sociales existentes durante generaciones, nos daremos cuenta que estamos viviendo dramas que otras personas ya han vivido toda su vida.
Esta es una situación que la humanidad vive por primera vez como humanidad. No hay una experiencia que se haya vivido simultáneamente a nivel planetaria antes que esta.
La gran pregunta individual que debemos hacernos es cómo nos ha educado esta pandemia, y cómo trabajamos para que estas experiencias nos cambien la forma de ver nuestra sociedad. Una cosa sí que está clara, y es que no podemos volver a basar las orgánicas institucionales en la economía.
Otra lección debiera ser el peso y el acceso a la comunicación social expresada en los medios por la mayor cantidad de actores sociales posibles. La concentración de este discurso por parte de los grupos políticos es mucho mayor de lo que puede aspirar cualquier ciudadano. Ahí se construyen los problemas que luego son “resueltos” por esos mismos actores que provocan los problemas.
Creo que ese es el enfoque se le debe dar al análisis para pensar en las lecciones y proyecciones que deja esta crisis sanitaria.