
Por EDGARDO HIDALGO C.*
Vivimos en un mundo, aldea global para algunos, que atraviesa o está desarrollando, una crisis de valores. Los seres humanos debido a un mundo competitivo, individualista, francamente egoístas, que han ido conformando un grado de competencia por el sustento, en otros por el éxito y el poder, también por la capacidad adquisitiva de sus entradas económicas, en fin, por muchas razones, lo que va minando sus valores éticos que pasan a segundo plano frente a estas aspiraciones descritas.
Dentro de las causas al hacer un análisis, podemos señalar que la sobre información que abruma a la gente, a diferencia del siglo pasado en que la información fue más bien deficitaria, ha llevado a la población a una distensibilidad moral ante los hechos negativos- se ha hecho resistente como los gérmenes patógenos ante los antibióticos- lo que desvaloriza una respuesta positiva, como debiera ser.
Por otra parte, la educación en el seno de la familia se ha relajado, como también la educación e instrucción que imparten los colegios, se está preparando al alumnado para tener mejor rendimiento en su futura formación profesional. Los valores éticos se han ido desdibujando en un segundo plano. El gran costo de la educación también hace que los padres requieran que los colegios desarrollen más las competencias intelectuales útiles para el éxito laboral. Así mismo, los padres no aceptan las exigencias de los profesores respecto a las conductas de los hijos y actúan con permisividad ante los hechos de mal comportamiento, lo que hace a los profesores inhabilitarse para imponer disciplina, concepto básico para entregar valores positivos. El éxito laborar se mide en rendimiento y éste en remuneraciones. A cualquier costo ético pareciera, según nos está mostrando este mundo individualista y competitivo. Si ello es aprovechado además por posturas políticas demagógicas ante el descontento laboral, más aún los valores de respeto, disciplina, solidaridad, conciencia social, pasan a un segundo plano, o simplemente no tienen relevancia.
Sin duda que la desconfianza en las autoridades: familiares, profesores de sus colegios, autoridades de las instituciones públicas, ayudan a que las nuevas generaciones busquen el éxito por cualquier medio, aunque signifique sobrepasar a la autoridad. Prima la intolerancia hacia “el otro” por competir con sus intereses personales. Ese “otro” pasa a ser casi un enemigo interpuesto en su camino hacia sus propias metas.
La corrupción a todo nivel ha puesto en jaque la validez de la democracia y sus instituciones. En general las personas que se dedican a la política buscan primeramente su propio éxito, la lucha por el poder suele no medir el “cómo”. Todos sabemos que un buen discurso promueve adherentes, pero no hay forma de saber si esa persona cumplirá sus promesas al llegar al poder. En el mundo actual existe una crisis de credibilidad acrecentada por la falta de transparencia en quienes ejercen cargos públicos, a pesar de que existen leyes de control, pero la extrema burocracia hace que el camino de la fiscalización se haga muy difícil. De esta crítica no se escapa ningún sector, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, porque no es un problema que tenga sus raíces en la ideología, es un problema de las conductas humanas, de la razón, de los sentimientos del homo sapiens como especie.
El bien social no es patrimonio de un partido político, si bien es cierto que los sectores de izquierda siempre los han exhibido como ideario propio. Pero la derecha tampoco ha hecho mucho para justificar que ellos también pueden preocuparse del bien común. El “compromiso ciudadano” todos lo disputan como propio, pero los hechos -donde está la verdad- no guardan relación para su credibilidad.
La sobrepoblación humana es un ángulo del problema que se evita abordar porque repercute en aristas de derechos humanos inalienables, por tanto, todos quieren evitar transgredirlos. Pero la realidad de la sobrepoblación ha traído pobreza, aumento de la competitividad, déficit de las opciones laborales, daño al ecosistema, deterioro de la salud y sanidad poblacional, despreocupación en los cuidados de lugares públicos, dificultad para el control legal del quehacer de instituciones y autoridades.
En los últimos años se ha agregado una crisis de migración, de una población que no tiene espacio vital y busca mejorar su situación emigrando a lugares que, teóricamente, le parecen más aceptables. Obviamente que muchos de ellos relajan sus valores, ante la miseria y a veces la discriminación a que son sometidos en los nuevos hábitats. La ética de ellos y la ética de quienes tienen que alojarlos se debilitan y los valores de solidaridad, de sentido social, de tolerancia a estas nuevas costumbres y culturas es afectada, muchas veces de un modo agudo y al borde de la legalidad. Quienes los acogen los explotan y pagan menos por sus trabajos; la repuesta es el engaño, la delincuencia, la falta de respeto a las nuevas normas. Y de esto no se escapan los países ricos del primer mundo, con los emigrantes de África y del Medio Oriente, como tampoco EE.
UU. con los emigrantes latinos, y finalmente países como Chile, que goza de buen prestigio en su economía y desarrollo.
El campo laboral también se ve trastornado porque el emigrante acepta recibir menores salarios y, además, sumémosle que conlleva una disminución del campo laboral disponible. Estos son hechos y no se pueden negar. La respuesta a ello depende de la sociedad y especialmente de los que se ven afectados directamente; en esta disyuntiva los políticos suelen usar estos problemas, cada sector en busca de adherentes. unos apoyándolos y otros rechazándolos.
Vemos que los problemas laborales tienen efecto en los valores de la sociedad en su tiempo, a su vez la relajación y pérdida de valores repercuten en el campo laboral disponible como en la sociedad toda. La sociedad de este presente siglo está en crisis, indudablemente y ya es hora de pensar en una nueva organización de la sociedad y la economía mundial, para resolver en la mayor medida posible los grandes problemas de hoy. Son evidentes los problemas que ha creado el presente sistema económico que enriquece más a los ricos, hace más pobres a los pobres y en consecuencia trastorna la paz social.
El individualismo exagerado del presente no conduce a un ambiento de paz, no crea un clima social saludable, y no resuelve la equidad y la justicia en las relaciones humanas y por consiguiente en los ambientes laborales. Pensemos que un adulto pasa más de 8 horas en compañía de personas que conoce superficialmente, que en general no aportan a su felicidad íntima y entorno familiar. Lo mismo pasa con los niños y jóvenes, que en el tiempo en que trabajan sus padres, más el tiempo en las escuelas instruyéndose, conviven con otras personas que aportarán muy poco -o nada- a su núcleo familiar.
El mundo actual disgrega la convivencia de la familia que está llena de motivaciones ajenas a la adquisición de valores familiares. No quiero decir que solo en la casa se garantice la entrega de valores, colegio y amistades también pueden ser un gran aporte, pero no hay un control sobre ellos y este descontrol es caldo fácil para la desviación.
Amartya Sen (nació en noviembre de 1933, economista, premio Nobel de economía en 1998 por devolver la ética al debate sobre problemas económicos) cree que el libre mercado tiene una visión estrecha y piensa que la economía debe comprenderse como un “concepto más amplio que incluya la justicia social y la libertad de las personas”.
Jean Baudrillard (julio 1929- marzo 2007, filósofo y sociólogo francés, especializado en el análisis de la postmodernidad y la filosofía del post estructuralismo) critica la lógica del modelo del llamado libre mercado. Piensa Baudrillard que “nos conduce a una sociedad de consumo que perpetúa la ilusión de una libertad individual”.
También John Rawls (febrero 1921- noviembre 2002, filósofo estadounidense, profesor de filosofía política, autor del libro famoso Una Teoría de la justicia) opina que el libre mercado “no garantiza la justicia distributiva” y que se debe implementar políticas que corrijan las desigualdades económicas.
Noam Chomsky (nacido en Filadelfia en 1928, filósofo, lingüista, politólogo) es un crítico de la sociedad en un sistema económico que, según él, vive subyugada a las grandes corporaciones que “explotan la ideología y crean una falsa conciencia”, todo ello afianza su poder, asienta la precariedad laboral, incentiva la desigualdad. Los valores democráticos, obviamente se ven dañados y las ganancias económicas priman sobre las necesidades humanas.
En una entrevista efectuada por CJ Polychroiou el 26 de mayo de 2023, Noam Chomsky dijo: “Vivimos en un mundo que enfrenta amenazas existenciales, mientras que la desigualdad extrema desgarra nuestras sociedades y la democracia se encuentra en franco declive. Estados Unidos, mientras tanto, se empeña en mantener su hegemonía global cuando la colaboración internacional es urgente para abordar los numerosos desafíos del planeta”. En la entrevista, además, Noam Chomsky explica por qué nos encontramos en el punto más peligroso de la historia de la humanidad y por qué el nacionalismo, el racismo y el extremismo se manifiestan hoy en día en todo el mundo.
No son pocos los influyentes pensadores y filósofos del mundo actual, como los citados, que creen que debe haber alternativas que prioricen la justicia social, la igualdad y la libertad humana. Son profundamente críticos del sistema de libre mercado. Los filósofos, que suelen ser los que trazan las grandes líneas ideológicas sobre las que se construyen las sociedades y las formas de gobierno, están sumando críticas al liberalismo económico.
Parece que la famosa frase “el mercado regula”, no lo hace con justicia y es más bien “el pez grande se come al chico”.
* Ex director de la Escuela de Kinesiología de la Universidad de Chile (1990-2000), Profesor de la Escuela de Danza de la Universidad de Chile (1968-1996). Consultor de la Oficina Panamericana de la Salud. Primer Director Escuela de Kinesiología de la Universidad de Concepción. Autor de El movimiento es vida; Tenso-elongación; Hitos de la Kinesiología; La libertad; Cómo yo la viví.