La abogada panameña Haydée Méndez Illueca (en la foto Google), es especialista en temas de género y derecho penal. En esa perspectiva, ha estado en la reflexión y en la búsqueda de los derechos de las mujeres por varios años, así como en la lucha contra los problemas que las afectan. Es miembro de la Fundación para la Equidad de Genero y autora del libro “Legislación relativa a las mujeres, Panamá 2016”.
Así, por ejemplo, ha enfrentado el problema de las adolescentes embarazadas, según consignara Laestrella.com.pa, donde expresara hace algunos meses, que en los debates sobre adolescentes embarazadas y educación sexual hay una regresión, porque ese escollo se había superado en varias leyes.
“Hay sectores poderosos, entre ellos las iglesias, que influyen en la forma de pensar. Se pudo ver en la marcha contra la educación sexual’, advirtió la autora de la recopilación de la legislación. Y les recordó a ‘los fundamentalistas’, dice Laestrella.com.pa, que “ya existen muchas normas que obligan a dar educación sexual en las escuelas, así que están abogando por el incumplimiento de las leyes, y eso es un delito”.
De la misma forma, ha enfrentado el acoso sexual en el trabajo, una de cuyas publicaciones está disponible en Internet.
El pasado 08 de marzo, Día Internacional de la Mujer, publicó una opinión en Metrolibre.com, bajo el título “¿Es Panamá un estado laico?”, donde expresa:
“Un Estado laico garantiza la libertad de creer en algo diferente a lo establecido y que exista una completa separación entre gobierno e Iglesia; no privilegia a una iglesia determinada ni se discrimina a ninguna religión ni a los no creyentes. Se basa en cuatro pilares: (1) la separación de las esferas pública y religiosa; (2) la no discriminación; (3) el no privilegio de ninguna religión; (4) libertad de creer o no creer.
Nuestra Constitución establece la libre profesión de todas las religiones. Sin embargo, señala que toda religión debe respetar la moral cristiana y el orden público. Entiendo lo del orden público, pero no entiendo el propósito de decir que se debe respetar la moral cristiana. Puede haber tantas morales como religiones; pero moral no es lo mismo que religión. La laicidad, entonces, está implícita, pero no es evidente de la propia lectura del artículo ni en la realidad que vivimos, así como tampoco en su alcance ni en el concepto de lo que es un Estado laico.
El Estado laico debe defender a ultranza los valores constitucionales. Lo religioso no ha desaparecido con la modernidad, ni tiene por qué hacerlo, porque la creencia religiosa de las personas merece todo nuestro respeto, pero el Estado tiene que garantizar con firmeza que los grupos ultra-religiosos no sean los que definan los valores; que los funcionarios públicos no se valgan de la religión a la hora de realizar sus tareas; ni que las personas que ocupan cargos religiosos colonicen con sus dogmas las decisiones políticas fundamentales de una sociedad que dice ser democrática, donde la legitimidad de las decisiones debe venir del pueblo”.