Blanca Carrasco
Si queremos acercarnos a un clásico, el I Ching es un clásico por excelencia, y uno de los libros más antiguos de la humanidad. Compila un saber oral de hace unos 6.000 años atrás y quizás muchos más, ya que, cuando hablamos de Asia y específicamente de China, la historia puede en algunas ocasiones, ajustar números o simplemente al no contar con registros se queda corta en las cronologías. Puede que no hayas escuchado sobre este libro, y es precisamente por ese motivo que me urge introducir, a vosotros queridos lectores, El I Ching (Yi Jing), de la traducción literal “el clásico del cambio”, se le conoce mucho más como el “libro de las mutaciones”, siendo uno de los libros más apreciados de la antigua literatura china.
¿Y qué es el I Ching? En palabras breves es un oráculo, y de acuerdo con la tradición tiene sus orígenes en las más antiguas prácticas de la adivinación, y se dice de él, que es capaz de transformar a quienes lo consulten.
No podemos olvidar, que los antiguos pueblos agrícolas como el chino, conocer y seguir los ciclos de la naturaleza era un aspecto imprescindible para la supervivencia. Una buena cosecha aseguraba la vida y la prolongación de ésta para toda la comunidad. Durante la larga trayectoria de lo que hoy conocemos como China, los distintos pueblos que la conforman han pasado por varias guerras tanto internas como externas exponiendo a las personas a grandes sufrimientos y opresiones. Se cuenta que entre los años 2.852 y 2.738 a.C. vivió el legendario Fu Xi, conocido como el domesticador de animales, padre de la civilización china. Se le atribuye la invención de las técnicas de cálculo mediante nudos en las cuerdas, similar a los conocidos “quipus” andinos, no siendo ésta la única coincidencia entre la cultura china y la precolombina, también lo son la cocina, las técnicas de caza, pesca entre otras. Además, se le atribuye la escritura.
Es mediante trazos y basándose en la observación y contemplación de los acontecimientos naturales, sumados al pensamiento naturalista y animista de transmisión oral, que se crean los Ocho Trigramas, en base a combinaciones de dos líneas: una continua y otra discontinua. De esta manera “traduce” el mundo natural y sus interacciones entre todos los seres incluyendo al ser humano. Otros personajes mítico-históricos como el legendario Rey Wen Wang fundador de la dinastía Zhou (1045-221 a.C), al que se atribuye el desarrollo de los signos combinando los ocho trigramas formando los hexagramas escribiendo los juicios o comentarios para cada uno de ellos. Luego, el Duque de Zhou, su hijo menor, agregó comentarios a cada línea y desarrolló el concepto de líneas mutantes. El papel de la dinastía Zhou es fundamental en el desarrollo del pensamiento chino, debido a que, al triunfo ante sus enemigos, los Shang (1750 – 1045 a.C), dinastía considerada corrupta, los Zhong logran el triunfo debido a sus cualidades de reyes virtuosos, dándole legitimidad a su reinado por el llamado “mandato del cielo” en donde el cielo es considerado una deidad. Siglos después, el I Ching es enriquecido por los comentarios escritos por Confucio, gracias a que este libro salvó milagrosamente de la quema de textos promovida por Quin Shi Huang en el año 213 a.C. para consolidar su poder, terminando así, la época antigua y dando comienzo a la nueva era Imperial.
¿Cómo podemos leer el I Ching? Para poder empezar a trabajar con este libro, (entiéndase por trabajo como entrenamiento de autoconocimiento personal y universal) es necesario conocer ciertos conceptos básicos del pensamiento chino, como también de algunos de los precursores en su estudio.
El I ching contiene la riqueza del conocimiento taoísta, la noción de Unidad; donde todo en el universo es parte de una continuidad. La naturaleza “real” del ser humano, está entramada intrínsecamente con el universo, dándonos “permiso” a acercarnos al mundo no visible. Cada patrón (a modo de lenguaje) descubierto del universo es significante y significado a la vez, y en donde la experiencia es inmanencia; percepción pura. Es mediador entre la naturaleza y las categorías lógicas, pero para ello, el sujeto que observa debe distanciarse del objeto observando con neutralidad: sin juicios, sin intencionalidad del ego, sino más bien, mirar con los “ojos de un niño” que se sorprende ante la realidad fenoménica como si fuera siempre la primera vez que toma contacto con ella. Es resonancia, quiere decir que vibra en la misma frecuencia energética con “un otro”, este concepto que transcribe Richard Wilhelm (1873-1930) por primera vez del I Ching, es tomado prestado por Carl Gustav Jung creando su concepto de Sincronicidad, transformando el psicoanálisis y la posterior psicología mundial.
François Jullien (1951- ) filósofo y sinólogo francés, en su libro Figuras de la Inmanencia escribe lo siguiente: “…en China no coexisten ni una palabra divina ni una epopeya: la conciencia nace del trazo. Y el I Ching es la obra por excelencia de la escritura…”
Con lo anterior queda patente la importancia del trazo: transcripción del movimiento a la cultura. Las líneas que lo constituyen: línea continua y discontinua es sinónimo de movimiento y pausa, respiración y exhalación, expansión y contracción, yang y ying, es decir: el movimiento de la vida, y en palabras occidentales: la dialéctica universal.
A pesar de su antigüedad, el I Ching sigue siendo relevante en el mundo moderno, es como un amigo que siempre da buenos consejos. Ofrece una guía en la vida diaria en donde podemos recibir información del mundo invisible, un oráculo de adivinación que a la vez ayuda a que desarrollemos nuestra intuición y percepción del mundo sensible, y es a la vez, una inagotable fuente de reflexión e inspiración.
Bibliografía
Green, Rogger. El manual del I Ching. Bogotá: Panamericana Editorial,2007.
Wilhelm, William. I Ching, el libro de los cambios. Libro 1. Versión pdf.
Jiménez, Pedro. Cultura física y tradiciones religiosas orientales. Politécnica de Madrid. 27 de enero 2020.
Blanca Carrasco es Diplomada en Historia del Arte UAI, actualmente cursa Pensamiento y culturas asiáticas en la PUC.
Creadora de Kimono Garden SpA y miembro de Letras Laicas.