“Pues he de decir que este hombre singular llevaba en su saco de viaje unos instrumentos que hasta entonces yo nunca había visto y que él definía como sus máquinas maravillosas. Las máquinas, decía, son productos del arte que imita a la naturaleza, capaces de reproducir, no ya las meras formas de esta última, sino su modo mismo de actuar. Así me explicó los prodigios del reloj, del astrolabio y del imán. Sin embargo, al comienzo temí que se tratase de brujerías, y fingí dormir en ciertas noches serenas mientras él (valiéndose de un extraño triángulo) se dedicaba a observar las estrellas.”
Adso de Melk. Baja Edad Media.
El nombre de la rosa. Umberto Eco.
La religión es una estructura simbólica de sentido, es decir, es un conjunto estructurado de elementos muy diversos (actitudes personales, contenidos doctrinales, actos rituales, etc.), muchos de los cuales tienen carácter simbólico (especialmente los mitos y los ritos) que prestan un sentido último a la vida de los individuos y las comunidades.
Según el estudio Religious Composition by Country, 2010 – 2015[1], en el mundo el 32% se considera cristiano, el 25% musulmán, el 15% ingresa en la categoría de Sin Adscripción Religiosa (se incluyen agnósticos y ateos), el 15% sería hinduista, el 5% budista y el 10% de la población mundial se incluiría en lo que se denominan religiones folk[2], en las cuales los investigadores han incluido a las creencias que están asociadas a un grupo de personas, una etnia o tribu en particular, que comúnmente no tienen credos formales o textos sagrados.
Compete a la filosofía, según lo planteado por Hegel, poner la propia época en conceptos. Un rasgo característico de nuestro tiempo es el hecho que institucionaliza el principio de duda radical[3]. Lo que, en consecuencia, hace que todo conocimiento adopte forma de hipótesis, siendo susceptible a revisión continua y a la posibilidad de que sean abandonadas/falseadas en cualquier momento. En ese marco destaca como un hecho irredargüible en las últimas décadas, por un lado, el menoscabo en el privilegio y exclusividad «cosmovisional» de las instituciones religiosas tradicionales, y por el otro, el hecho de que la justificación de la fe se desplazó desde la verdad proferida/proclamada por la autoridad externa hacia la subjetividad de los individuos. La secularización en este escenario no se entendería como la desaparición de la religión sino como una nueva forma de creer, propia de la modernidad, en la que la creencia se constituyó en una opción voluntaria y subjetiva. La religión aquí declararía su naturaleza «peculiarmente moderna», donde los creyentes no estarían sujetos a la coerción y la aceptarían de manera consciente.
La religión, en tanto cemento que aglutina a las comunidades, consiste en ofrecer un conjunto de significados compartidos por los integrantes de la sociedad. En un contexto cultural de secularización radical, la fe en el mundo actual exhibe ciertas características singulares relacionadas con lo que comúnmente se denomina: «fundamentalismo» y «religión secular».
El «fundamentalismo», muy sintomático en religiones monoteístas, se caracteriza por: 1° el hecho de que la creencia recae en la «afirmación de una autoridad religiosa fuerte», definida por la legitimidad que ofrecen la institución religiosa, los textos sagrados, la fuerza que ejerce la autoridad de la tradición y la fe hacia los dirigentes religiosos; 2° el «exclusivismo con respecto a las pretensiones de verdad», que muestra la religión profesada como la única verdadera que redime, salva, libera o ilumina, es decir que las otras manifestaciones religiosas estarían equivocadas; 3° el «literalismo[4] en la interpretación de los textos sagrados», que emana de la aseveración de que la palabra de Dios se manifiesta de manera directa en las páginas de las escrituras, y descarta las interpretaciones posibles o cualquier licencia hermenéutica; 4° la «pasión religiosa», justificada en la certeza incuestionable surgida del libro sagrado y la autoridad religiosa que hacen de esta forma una veta de fanatismo y pérdida de cualquier actitud crítica frente a la creencia; 5° la «configuración de comunidades de fe de carácter sectario», donde una doctrina es la escogida y la única que posee el monopolio de la verdad, de modo tal que suelen instaurarse cofradías que parecen estar aisladas del mundo, y disponen de lo necesario para protegerse, tanto de los que están por fuera del círculo, como de sus amenazas encarnadas, según este particular punto de vista, en el laicismo, la inmoralidad y la ciencia.
Respecto a la “religión secular”, destaca, por un lado, el menoscabo en el privilegio y exclusividad «cosmovisional» de las instituciones religiosas tradicionales, por el otro, el hecho de que la justificación de la fe se desplazó desde la verdad proferida por la autoridad externa hacia la subjetividad de los individuos. La «religión secular» o «religión profana» es uno de los modos que adoptaría la fe, cuyas expresiones más evidentes tendrían que ver con los distintos comportamientos de la vida cotidiana que involucran un claro contenido religioso: el entretenimiento, el trabajo, los usos y costumbres sociales, etc.
La secularización en este escenario no se entendería como la desaparición de la religión sino como una nueva forma de creer propia de la modernidad, en la que la creencia se constituyó en una opción voluntaria y subjetiva. La religión aquí declararía su naturaleza «peculiarmente moderna», donde los creyentes no estarían sujetos a la coerción y la aceptarían de manera consciente.
Los importantes análisis que se hacen desde las ciencias sociales sobre el pluralismo religioso, lo religioso en tiempos de globalización/capitalismo avanzado, así como la relación de lo religioso con la política, pueden no hacer visibles las reflexiones que se realizan desde la propia autoconcepción religiosa y que afectan de igual manera, tanto a las transformaciones del creer, como a su inserción y vivencia en la realidad social.
Los ciudadanos religiosos deben poner en relación los contenidos de su fe con el saber secular, de tal modo que los progresos científicos, el derecho y la moral universalista sean incluidos en el desarrollo de la propia tradición religiosa.
La religión, y especialmente el cristianismo, ha estado siempre en relación con el medio sociocultural en el que se desenvuelve. Este, hoy por hoy, aparece caracterizado por la secularización de los usos y costumbres sociales, la imagen tecnocientífica de un mundo que avanza a la digitalización de la cultura, los oficios y las profesiones, y la postmodernidad cultural. A pesar de su tensa adaptación a tal escenario, la religión pervive en forma de “pre/categorial”[5] mundo vivido por gran parte de los humanos en un contexto sociocultural pluralista, globalizado, con nuevas sensibilidades[6] y moralizante, que mantiene la pregunta por el sentido de la vida. El hombre como animal simbólico se aferra a la experiencia religiosa. Todo ello dibuja una nueva frontera entre fe, religión y mundo a la que debiesen aproximarse los actuales liderazgos religiosos si procuran mantener vigente su relato en el mundo.
Durante las últimas décadas del presente siglo XXI, qué duda cabe, se han intensificado tendencias que están modificando profundamente la arquitectura cultural del mundo en que vivimos: los procesos de secularización intensiva, los problemas/dilemas migratorios y sus derivadas políticas, el multiculturalismo, los relatos identitarios y su impacto en la vida cotidiana, los procesos de hiper/tecnificación, la robótica y su impacto en el mundo del trabajo, la cultura vegana[7], los problemas/urgencias medioambientales, el imperio de las tecnologías de la información y de las comunicaciones, el pansexualismo, etc., procesos en curso que invitan a repensar el mundo de la vida y a reorganizar valores.
A diferencia de la Baja Edad Media, vivimos en un mundo culturalmente plural y diverso, de modo que el diálogo entre fe, religión, ciencia y cultura resulta inevitable e indispensable y con él la tolerancia y el respeto para quienes piensan de otro modo. De esa manera, reproduciremos la sabiduría, la actitud y el pensar del sabio franciscano fray Guillermo de Baskerville, según nos narra su amanuense y discípulo Adso de Melk, de acuerdo con los acontecimientos que se produjeron en una abadía bajomedieval, en aquel lejano 1327.
[1] Pew Research Center, Washington D.C., 2015
[2] Es un concepto de las ciencias sociales en el ámbito religioso. Se identifica con la forma en que vive la religión el pueblo llano; en oposición con la religiosidad oficial, que nos remite a las elites, los intelectuales y la jerarquía eclesiástica. Las diferencias entre ambas religiosidades son esencialmente dos: 1° La oficial considera de la máxima importancia la hierofanía fundacional (manifestación de lo sagrado) mientras que la popular se centra en las prácticas rituales y en la forma de mantener una relación propiciatoria con las entidades sobrenaturales; 2° La oficial se transmite mediante mecanismos de socialización internos de las instituciones religiosas (reclutamiento del clero, seminarios y otras instituciones de enseñanza religiosa regladas), mientras que la religión popular lo hace en el ámbito familiar y local (barrial) mediante vivencias colectivas de todo tipo: peregrinaciones, romerías, procesiones, tradiciones populares, festividades, indumentaria, etc.
[3] La duda radical parte de la doxa (sentido común), es lo pre/construido (valores, creencias, conductas, reglas de una sociedad). Cada sociedad construye sus problemas, lo que aprendemos por formar parte de una sociedad. Practicar la duda radical, es tomar conciencia de lo preconstruido y consideramos los métodos para hablar del mundo social y conceptualizarlo, generando una ruptura y también teniendo en cuenta la dimensión de la historia total de la realidad. Para más información leer: Respuestas por una antropología reflexiva. Bourdieu, Pierre y Wacquant, Loic J. D. Grijalbo. México. 1995.
[4] Según la tesis dominante hoy en día en filosofía del lenguaje podemos adscribir un contenido veritativo a las oraciones, independiente del acto de habla para cuya realización tal oración se utiliza. Específicamente el literalismo es la interpretación de los textos sagrados de una manera explícita y primaria.
[5] El pensamiento pre/categorial es aquel en que lo propio del mundo interior se confunde o identifica con lo de la realidad externa y el aspecto práctico de la experiencia predomina sobre el gnóstico. También hay quienes plantean que el pensamiento pre/categorial es equivalente al simbolismo primitivo o bien se trata de reificación o concretismo, esto es, en este tipo de pensamiento los conceptos abstractos se utilizan, pero transformándolos en entidades concretas. Para Kurt Goldstein y Jacob Kasanin el pensamiento pre/categorial representa un déficit en la actitud abstracta, pero para F Alonso Fernández se trata más bien de una invasión de lo abstracto por lo concreto.
[6] Los actuales procesos de hiper/urbanización en curso y la tecnificación del mundo de la vida hacen al ser humano más sensible, porque al ampliarse el acceso a los derechos se agudiza también la percepción de las injusticias y de las vulneraciones que estas causan. Un interesante análisis desde la perspectiva de la sensibilidad moderna y los límites de lo tolerable, en: Sensible. Svenja Flasspöhler. Herder Editorial. Barcelona. 2023.
[7] Se conoce como Veganismo a “la exclusión, en la medida de lo posible y practicable, de todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales para alimento, vestuario o cualquier otro propósito”. Se atribuye la puesta en circulación del término vegano a Donald Watson, el cofundador de la Sociedad Vegana de Inglaterra. Watson y su Sociedad promovieron esta filosofía en el primer número del periódico The Vegan News, en 1944.
Autor del Artículo
Antonio Almendras Gallardo.
Académico Universidad Alberto Hurtado. Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Diplomado en Estudios Políticos, Universidad de Chile. Magíster en Ciencia Política, Universidad de Chile.