Por Wilson Tapia Villalobos
Sorprenderse es un derecho inalienable del ser humano. La sorpresa lo acompaña desde el momento mismo en que nace, como lo atestigua su llanto que, aparte de asegurarle la supervivencia, también es la reacción a la sorpresiva llegada a un ambiente tan diferente al que impera en el protegido y acogedor vientre materno. Y luego nos seguimos sorprendiendo a medida que aprendemos a adecuarnos a las exigencias del entorno. Pero las sorpresas no son iguales para todos ni provienen de las mismas fuentes. Sin embargo, ocasionalmente surgen situaciones que sorprenden por igual, aunque las consecuencias sigan estando marcadas por las diferencias sociales, económicas, culturales. Esto último es lo que está ocurriendo con el Covid 19.
Una pandemia se extiende sin respetar muchas de las barreras que impone la sociedad, pero golpea de manera diferentes a desposeídos u opulentos. Sin embargo, la amenaza es para todos y es lo que la hace concentrar sobre sí las miradas, todo ello estimulado por los medios de comunicación, que parecen no tener otras noticias desde que se manifestó en diciembre de 2019. En este sentido, es como si el planeta se hubiera detenido. Y pese al impacto que ha causado, a los millares de muertos, al daño económico, al masivo desempleo, aún no se tiene claridad sobre su origen y los anuncios acerca de una posible vacuna varían dependiendo del lugar en que se encuentre el observador. Si, como en nuestro caso, estamos bajo la influencia de los Estados Unidos y sus aliados, tendremos una espera que dependerá de la eficiencia de los laboratorios que se esmeran por obtener ventajas para hacerse de un mercado mundial ávido y de una dimensión tan atractiva. Y deberemos escuchar a diario comentarios insidiosos sobre los avances que tenga la vacuna rusa, ya probada. De China nada sabemos, no porque no haya avances o investigaciones en curso, simplemente porque es un competidor no sólo económico, sino ideológico. Pese a ello, fue China la que anunció la aparición de un virus desconocido en el mercado de Wuhan, en diciembre de 2019 y que rápidamente se expandió por el mundo.
Pero aún hay otras áreas oscuras. ¿Es un virus natural o fue creado en laboratorio? La respuesta no deja de ser trascendente. El Covid19 no sólo se presentó como una amenaza para la vida, también lo hizo en un momento que parecía crucial. En el que, en distintas partes del mundo, el modelo neoliberal estaba siendo cuestionado como nunca antes. En todos los continentes las manifestaciones populares se dejaban sentir con fuerza. La represión era la respuesta habitual, pero ya no resultaba suficiente. La condena al modelo ganaba más fuerza, a la vez que cada día crecía el número de excluidos. Para muchos resultaba evidente que estábamos ante un inminente cambio de paradigma, con todo lo que ello implicaría y que, de acuerdo a la historia de la Humanidad, jamás ha sido sin dolor y en medio de graves tensiones. Y es justo en ese momento cuando apareció el virus. Fue como la aparición de un súper poder que obligó a todos a quedarse en casa, bajo la amenaza de pena de muerte para aquel que desobedeciera.
Obviamente, las protestas se acallaron. Y después de todo el tiempo transcurrido, aún no vuelven a tener la potencia que tenían a fines de 2019. Pero, al parecer, las manifestaciones están apareciendo, aunque aún no logran la fuerza multitudinaria que tenían en el pasado. Sin embargo, la pandemia es una realidad que ha arrebatado la vida a más de 440 mil personas en todo el mundo. Al comienzo, el principal sector amenazado era el de adultos mayores, pero luego el horizonte se fue abriendo y dando cabida a personas de diferentes edades. En términos territoriales, América Latina es el que cuenta con mayor cantidad de infectados, aunque con el paso de los días se ha comprobado que tales guarismos cambian con extraordinaria velocidad y los casos se acrecientan en diversos lugares. Es lo ocurrido en Europa que, luego de estimar que se había llegado al peak de la pandemia y ya se comprobaba una baja en los casos, se suavizaron las restricciones de confinamiento lo que produjo nuevos rebrotes de contagio, obligando a las autoridades que restablecer las medidas de distanciamiento social. La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, advierte que los efectos de la pandemia serán prolongados, aunque se fabrique una vacuna.
En este nuevo panorama, es inevitable preguntarse qué ocurrirá con la condena al modelo. ¿Habrá cambio de paradigma? O, para decirlo de una manera más clara: ¿Quienes detentan el poder a nivel mundial cederán a las presiones o insistirán en la represión para mantener un paradigma que facilita su accionar? Esta es una pregunta para la cual por el momento aún no se avizora respuesta. Pero lo que sí está claro es que las tensiones volverán y, posiblemente, aumentarán en la misma medida en que no haya respuesta para las exigencias populares.
En Chile eso está meridianamente claro. Las protestas que culminaron en el estallido social de octubre de 2019, aún no han sido abordadas con la profundidad que requería la multitudinaria manifestación que las hizo públicas. Y nada permite suponer que el encierro y el paso del tiempo hagan disminuir el clamor por necesidades vitales insatisfechas.
Es cierto que hemos sido sorprendidos por una pandemia, pero eso no ha cambiado las reglas de un juego que daba respuestas muy desiguales.