Por André Grimblatt
Hace unos días, según CNN, en China se fabricaron dos robots, antropomorfos que, además de otras funciones, entre las que se destaca la posibilidad de correr, tienen la función de competir entre ellos, lo que hasta ahora no se había hecho o logrado.
Considerando que una de las principales características del ser humano, en relación con el resto de los animales, es que tiene la posibilidad de elegir frente a un número de opciones que se le presenta en la vida, es importante señalar que el fenómeno de la competencia implica elecciones y decisiones para vencer o, al menos, no ser vencido. Esto significa que estos nuevos robots chinos, aún experimentales, estarían equipados de elementos de inteligencia artificial que les permitirían tomar decisiones eficientes cuyo objeto fuera ser más competitivos y, si es posible, ser ganadores.
Algunos podrían decir que esto es el fin del mundo o de la civilización actual. Sobre todo, que, hasta ahora, según nuestros conocimientos, los androides electrónicos provistos de inteligencia artificial estaban diseñados para cumplir las órdenes que le entrega el ser humano que los comanda. Esto significa que, si los robots llegaren a competir entre ellos, estaríamos frente a un androide capaz de tomar decisiones; dotado de libre albedrío. ¿O no es coherente lo que estoy diciendo?
En la misma línea, estaríamos creando un ente u objeto “a nuestra imagen y semejanza” dotado de funciones intrínsecas a nuestro ser, con nuestras cualidades y nuestros defectos. Una vez que el androide descrito esté funcionando, sólo nos quedaría la posibilidad de dejarlo sin energía vital, para que no siga funcionando. Desconocemos si al volver a entregarle la energía, con la que funciona, volvería a actuar, eso no lo sabemos.
Pero mientras esté funcionando, seguiría nuestras órdenes a la vez que ejercería su función programada de competir con otros androides, en el desarrollo de las funciones para las que fuera programado. ¿Estamos creando una nueva especie? ¿Se trata de una función divina?
Las siguientes imágenes muestran dos tipos de robots androides con funciones competitivas, según se estaría desarrollando en China.
En la primera imagen se puede apreciar dos robots que corren a gran velocidad. No se trata aquí de que tengan la facultad de desplazarse, como ya se conocía, sino que tienen la facultad, al igual que los humanos, de correr; lo que implica la acción de órganos equivalentes a los huesos, las articulaciones y los músculos, sin olvidar los diferentes sistemas equivalentes a nuestro funcionamiento neuronal para la transmisión de las órdenes y la medición de las capacidades físicas y energéticas de cada uno de los órganos o sistemas que participan en el acto de correr y, además, de correr más rápido para ganar.
En la segunda imagen se puede observar dos robots androides que, al igual que en el caso de la imagen anterior, luchan entre ellos utilizando brazos, manos, piernas y pies, entre otros órganos para vencer por la fuerza al contendor. Desconocemos cómo funciona la programación de ambos robots con el objeto de determinar quién de los dos resulta vencedor. Sea como fuere, queda claro que están programados para competir, así como los seres humanos.
Este avance tecnológico constituye, sin dudas, una nueva etapa cuyas consecuencias escapan, por el momento, a nuestras capacidades para entenderlo y dimensionarlo.
La humanidad, desde sus inicios, ha creado y producido herramientas y máquinas destinadas a reducir el esfuerzo, a multiplicar la fuerza que los individuos son capaces de desarrollar y a realizar con precisión funciones constantes que el humano no podría ejercer de manera óptima tras algunas horas de ejecución. Sin embargo, dichas máquinas, cada vez más desarrolladas, desde las primeras grúas manuales, por citar una invención de la antigüedad hasta las más recientes como los aviones, los vehículos automóviles o los computadores; cumplen una función que es dirigida o programada por humanos. El ejemplo expuesto, los robots androides que compiten, implica que dichas maquinarias están dotadas de algún tipo de sentimiento; es decir, el anhelo de competir y de ganar.
Varios animales, aunque no todos, traen en su carga genética la competencia con otros individuos de la misma especie. Sin embargo, pareciera ser que el humano es el animal que mayor desarrollo presenta en ese aspecto; a tal punto que ha sido considerado este aspecto en varias teorías económicas e incluso filosóficas, como es el caso de las teorías neoliberales.
Sin embargo, en el caso de los humanos, dicho instinto competitivo está enmarcado en un conjunto de reglas que constituyen el sistema legal de las naciones y de las agrupaciones de naciones. Dichas reglas no siempre se cumplen; pero el no cumplimiento implica sanciones legales, y a pesar de que no siempre se aplican, no se puede negar su existencia.
En el caso de robots dotados del sentimiento o impulso de competencia, la situación es bastante diferente. En efecto, este nuevo robot está programado para tomar decisiones, aunque no es el único caso; pero su actuación no depende exclusivamente de órdenes recibidas, sino que de impulsos que son regidos por la programación que le dota de un instinto de competencia con otros robots obedeciendo al mismo impulso.
Sólo se afirma por el momento que, programado de esa manera, un robot tomaría decisiones para competir con sus congéneres, por supuesto, con el objeto de ganar. Sin duda, sería extremadamente largo extrapolar y enunciar las posibles consecuencias de esta innovación de la tecnología, realizada en China. Pero el desarrollo de esta tecnología denota efectivamente que se vienen tiempos inciertos para la humanidad. Contrariamente al pensamiento occidental, tal como se ha desarrollado en las últimas décadas, la función del ser humano no debiera ser tras milenios de existencia, la competencia, productora de energía dilapidada, sufrimientos, guerras y miseria para muchos. Ya es tiempo de desarrollar, antes que cualquier otro valor, la libertad, la igualdad y la fraternidad, y, sin duda, eso sería la única vía para obtener los equilibrios que pudieren hacer pensar en un futuro de equilibrio y de solidaridad entre los humanos.
Autor del Artículo: André Grimblatt
Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Sorbonne de París.
Analista Internacional y Consultor Senior en temas de estrategia y de comunicación corporativa.
Participa en el programa informativo Luz Verde de Radio Valparaíso y es analista en la Agencia de Prensa de Marruecos.
Analista Scanner Internacional.