El saber redime

Según René Descartes, filósofo y matemático de fines del siglo XVI, las ciencias sociales, la filosofía y las matemáticas forman parte de un todo, considerando como matemáticas las ciencias exactas de la época, que aún no conocían el desarrollo que comenzará algún tiempo después y que llevará a la humanidad al desarrollo tecnológico extraordinario que experimentamos hoy. De manera que, según el planteamiento cartesiano, aún vigente en los tiempos presentes, las ciencias sociales forman parte de las ciencias, ni más importante ni menos importante que las otras ciencias que estudian y desarrollan conocimiento sobre diferentes materias, sean estas la física, la química, la biología y la medicina, la antropología, la geografía, las ciencias del espacio o, por ende, las Ciencias Sociales que incluyen la historia y el ordenamiento jurídico social y cosmogónico de las sociedades humanas o la sociología, entre otras.

No cabe la menor duda de que la instrucción relativa al conocimiento en Ciencias Sociales en todos los niveles de la formación de personas es primordial, en la medida en que permite forjar ciudadanos conocedores de sus derechos y de sus deberes, a la vez que permite a los futuros ciudadanos, cuando sean mayores si ya no lo son, cumplir con sus obligaciones sociales, beneficiar de los derechos que le corresponde según el tipo de sociedad en la que se desenvuelven, y generar un comportamiento propio acorde con los valores sociales que se le han inculcado.  Las sociedades que no instruyen a sus ciudadanos, en todas las ramas del saber, pero específicamente en las ramas de las Ciencias Sociales, son sociedades en donde no prima el Derecho y en las que, con el tiempo, se desata la violencia y se desarrolla los comportamientos delictivos.

Ortega y Gasset decía: “El saber redime”, y esa breve frase resume, en gran medida, la médula misma de la importancia de la enseñanza de Ciencias Sociales en todos los niveles de la Educación. Muchas sociedades han caído en una negación total de los valores éticos, sean cual sean éstos. Es muy largo y costoso revertir esa espiral cuando comienza a ser transitada por los países – lo ideal siendo evitarla. Y para eso se requiere una completa educación en Ciencias Sociales, desde el primer grado de la educación, sea esta pública o privada. Dicha educación debe incluir la historia, mundial y nacional, el estudio de la Constitución del país, las leyes, los deberes y los derechos ciudadanos, como a su vez, en una posición privilegiada, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la legislación penal internacional aprobada por la Organización de las Naciones Unidas.

Por dar un ejemplo relacionado con la situación actual en Chile, en una sociedad, cuando se comete un delito o un desfalco o un fraude al fisco o un acto de corrupción, se denota un fracaso del sistema educativo de la sociedad. Independiente que se descubra al culpable, que se pueda reunir las pruebas pertinentes y que se le condene y se le penalice o no por los actos mencionados, la sociedad entera ya está en posición de fracaso y el aumento de dichos fracasos lleva a los países a situaciones irreversibles en las que comienza a intervenir el crimen organizado y las bandas criminales, de las que es muy difícil deshacerse.

Cada vez que en algún lugar se comete un delito, independiente de la opinión de cada ciudadano sobre la dureza de las penas, la sociedad entera ha fracasado. Cuando esos fracasos superan el límite de lo tolerable, la sociedad ingresa en un periodo de desestructuración que le impide seguir progresando. Se constata, observando diferentes sectores del planeta, que las sociedades en las que los niños y jóvenes han beneficiado con un buen sistema de educación, incluyendo el aprendizaje de las ciencias, las lenguas y las ciencias sociales, presentan niveles de delincuencia muy inferiores a los que se puede observar en otras, por ejemplo, en Chile.

 Al respecto, se puede citar los casos de los países europeos, de China y de Japón, también se el caso de Estados Unidos, haciendo abstracción de hechos en los que personas armadas disparan en lugares públicos, dichos casos siendo más bien manifestaciones de patologías individuales, más que de lo que se conoce como delincuencia. Otro tema es la penalización de las faltas o delitos que cometa la población de un país. El sistema puede ser más o menos punitivo según el lugar en donde ocurre, sea éste violento o de los delitos conocidos con el nombre de “cuello y corbata”, es decir los delitos de colusión entre empresarios, los delitos de fraude al fisco y aquellos de corrupción, entre otros.

De nada sirve, como muchos lo piensan y como ya se ha aplicado en algunos países, una penalización extremada que priva al individuo en falta de la posibilidad de reinsertarse en la sociedad tras un periodo de reeducación o de capacitación para un oficio que le permita reinsertarse, tras el cumplimiento de su pena. Cuando se comete un delito y más aún cuando el número de delitos aumenta en una sociedad, eso demuestra que ésta ha fracasado. El delito no sólo marca la desviación de un individuo o de un grupo de estos, sino que el fracaso de todo el sistema social en el que se vive.

Para terminar con la delincuencia en un país, sea esta violenta o financiera, una sociedad debe, primero que nada, educar y educar bien a las futuras generaciones. Esto requiere de un sistema educativo justo y accesible a todos, con alta calidad académica en las asignaturas científicas, de comunicación y, sobre todo, en las Ciencias Sociales, que incluyan la educación cívica y el estudio de la historia nacional e internacional. Un país que educa bien a las nuevas generaciones es un país que crecerá económicamente y sobre todo y que experimentará un equilibrio que termine o reduzca considerablemente la violencia y la delincuencia.

Ese es el desafío de las sociedades contemporáneas en las que, si no se hace lo necesario, como muchos países desarrollados ya lo han hecho, la violencia y la delincuencia no permitirán en un futuro próximo el normal desarrollo de las personas, las familias, las ciudades y la nación. Chile no está educando eficientemente, desde hace varios años, a las nuevas generaciones. Hoy se constata dicho fracaso, en el vertiginoso aumento de la delincuencia y de la violencia en el territorio nacional.

La enseñanza de las Ciencias Sociales constituye una garantía para las sociedades que buscan vivir en paz, viendo crecer a sus hijos y a sus nietos, al tiempo que desarrollan actividades para lograr el crecimiento económico que permita una mejor vida para todos. Cuando se comete un crimen o un delito, se debe considerar que es un fracaso de la sociedad entera. La tarea es evitar que dicho delito se cometa y, en eso, estamos muy atrasados.

Autor del Artículo: André Grimblatt

Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Sorbonne de París.

Analista Internacional y Consultor Senior en temas de estrategia y de comunicación corporativa.

Participa en el programa informativo Luz Verde de Radio Valparaíso y es analista en la Agencia de Prensa de Marruecos.

Analista Scanner Internacional.

Leave a Replay

Sobre Nosotros

Colabora con nuestra publicación. Somos una revista sin fines de lucro ni publicidad y queremos mantenernos libres durante toda nuestra existencia.

Librepensamiento 100%.

Social Media

Publicaciones Recientes

Recibe nuestro newsletter

Subscribete a nuestro boletín

No te enviaremos publicidad ni otra información que no sea la publicada por nosotros.