La motivación para referirme a este tema, surge a partir de lo expuesto por, el Sr. Sebastián Edwards cuando es sus declaraciones señaló “que las humanidades no tienen futuro” y que “cerraría las Becas Chile en humanidades por 10 años. Solo las otorgaría a estudiantes de ingeniería aplicada”. De paso, también comentó la utilidad de ‘separar’ la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, pues su desarrollo se vería frenado por su pertenencia a esta institución”[1]. De estas y otras afirmaciones dadas a conocer hace ya varios meses, no debe considerarse como una información más, sino como una visión discriminatoria (del conocimiento) lo que, por cierto, es un absurdo.
Sobre este tema citaré al Prof. Nuccio Ordine[2], de quien señalo algunas de sus interesantes ideas:
- “En la sociedad se ha instalado un culto a la productividad, al beneficio y a la rapidez que ha arrastrado a la enseñanza a primar la lógica del mercado y el beneficio y a olvidar que es una forma de humanizar la vida”. (Perder tiempo para ganarlo, 04 dic 2020).
- “Convertir las universidades —obsesionadas con los ‘rankings’— en empresas y a los estudiantes en clientes ha sido una pésima idea. Europa debería proponer sistemas más cercanos a nuestra tradición cultural”. (El caballo de Troya, en la Universidad, 03 nov. 2022).
- “Europa debe replantearse la verdadera misión de los centros escolares y las universidades, y devolver la dignidad a profesores y alumnos. Aceptar la lógica neoliberal en la educación ha sido un gravísimo error”. (Los estudiantes no son pollos de engorde, 18 sept. 2021).
- “El oxímoron evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración. La paradójica utilidad a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, solo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espíritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante Homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad”[3].
Las ideas anteriores demuestran que el problema —considerando las áreas del saber de las que se trata— es identificable en muchas partes, y nuestro país no es la excepción. Extraña, sin embargo, y muchísimo, la ausencia de aportes que señalen las diferencias conceptuales que existen entre lo que son las CC. SS., (economía, psicología, historia…) y las Humanidades, (filosofía, idiomas, literatura, artes…). Este hecho constituye un serio riesgo de orientación ética en la preparación formativa de quienes hoy se encuentran en la fase terminal de sus estudios. Algo similar puede ocurrir también al enfrentar ideas que, en sus características conceptuales, influyen en la calidad que se espera obtener como expertos y técnicos de las experiencias personales ya existentes. Todo esto provoca inquietantes incertidumbres en formaciones quizás, adecuadas e interesantes en su visión técnica, pero deficitarias en sus objetivos interdisciplinarios, lo que en el futuro influirá, de manera especial, al momento de adoptar decisiones entre variadas opciones y afectando de este modo, los intercambios de relaciones interpersonales, profesionales y sociales en su conjunto.
No se pone en duda el relevante valor que la ciencia y la tecnología ha tenido en la vida de los pueblos. Pero esto no se refiere solo a lo que significa en términos de enseñanza o de informaciones adquiridas como consecuencia de la constante voluntad de querer y lograr aprender desde la primera infancia hasta el final de la vida. Es también una visión de presente, o sea, de intentar comprender la realidad que se vive e igualmente de pasado, es decir, como la cultura expresada a través de lo que hoy se conoce y cuyas bases se asientan en las diversas modalidades que la historia de la humanidad ha demostrado. La visión de futuro, sin embargo, es la permanente imaginación simbólica de lo posible. Sus resultados se viven cotidianamente, sin siquiera darnos cuentas de la influencia que tiene en el progreso hasta ahora alcanzado. En esto, toda nueva generación vive su dinámico presente en los fundamentos existenciales del tiempo que sus predecesores dejaron, y ellos, por su parte, también lo dejarán como logros inconclusos que otros asumirán.
Al respecto, en este constante avance del proceso formativo, lo importante no es solo el dominio y la comprensión de una sola visión interpretativa técnicamente definida. Es también el conjunto de otras formas de pensar y reflexionar acerca de la realidad y cuyos procesos se manifiestan en una multiplicidad de interrelaciones de variados efectos según sea la opción de estudios seleccionada y el logro de sus propósitos.
De acuerdo con lo que hasta aquí se ha expuesto, la idea del título de esta contribución es de fácil definición, pero de compleja interpretación. En efecto, existen muchos enfoques explicativos que pueden dar una respuesta al grado de influencia que las CC. SS. y las Humanidades presentan en el marco de una formación plena de la persona. De la comprensión que de este hecho se tenga, surgen distintas visiones de mundo asociadas al actuar de cada cual, sus relaciones, sus organizaciones, sus obras, etc., suscitando el interés por el actuar humano como el centro de sus preocupaciones en el plano de su formación en lo individual, lo social y las relaciones que ello genera.
Considerando el acto formativo, debe explicarse que este forma parte de un permanente proceso de fortalecimiento de las capacidades intelectuales a través de aprendizajes adquiridos y de experiencias vividas. Sus resultados se aprecian a través del tiempo, desde el inicio de la preparación individual básica —nivel familiar de origen y parvulario— hasta las etapas superiores de perfeccionamiento en cuanto a la selección de líneas técnicas que sean compatibles con las variadas opciones de especializaciones, de investigación, de construcción de saberes y ordenamiento de los mismos.
Académicamente, las actividades se organizan a través de períodos, evaluaciones y aprobaciones, permitiéndole a la persona asociarlos a sus capacidades y a su futuro ejercicio práctico en cuanto a su contribución a la solución de problemas. Su particularidad de ser integral, se la concibe como la expresión de una creciente sucesión relacional de conocimientos[4], lo que permite lograr compromisos laborables y un sostenido desarrollo individual, social, pertinente y de calidad. Es, por lo tanto, la voluntad de saber y adentrarse poco a poco en los enigmáticos laberintos de lo desconocido de la vida y sus expresiones.
La formación profesional supone, asimismo, reconocer la constante responsabilidad que significa el acto de aprender. Esta, sin embargo, no es única ni excluyente, ya que la experiencia es, por su parte, una muy conocida modalidad natural de adquisición de saberes que conduce a similares objetivos, aunque, por cierto, no con la suficiente rigurosidad técnica requerida. No obstante, ella tiene que ver con variados aspectos de carácter bio-psico-socioculturales que la persona sobrelleva consigo en su difícil situación de entendimiento y comprensión de su propia realidad.
El proceso formativo surge, en consecuencia, de la sucesión de actividades emprendidas individual y socialmente conducentes a un creciente grado de comprensión de la ocurrencia de los hechos y sus relaciones. El acto de formar, siempre existirá, porque responde a la naturaleza propia del ser humano, de su entorno, de la comunidad a la que se adscribe y de la cultura que se forja en tales circunstancias.
Todos los conocimientos y sus respectivas diferencias temáticas, se estructuran a través de sus particularidades de mayor relevancia, relacionados con muchos temas, como es el caso de la incógnita de la consciencia del existir y la importancia que tiene en los tiempos actuales. En tales circunstancias se ofrecen parcialmente respuestas, pero cuya internalización continúa siendo una inconclusa investigación en permanente desarrollo.
Es esperable que tanto el propósito de dicha práctica, así como las numerosas otras líneas de trabajos multi e interdisciplinarias, orienten a quien lo requiera a optimizar sus condiciones reflexivas de vida personal y laboral. De este modo, en la cotidianeidad del cambio conductual que ello supone y en el contexto de sus relaciones interpersonales que exige, se espera que comprenda la importancia que representa el enigma humano de la existencia,
Pero, ¿cómo lograr hacer frente a este desafío? Al parecer, a través de un proceder personal que haga coherente la visión valórica de los principios en una concordancia de imparcialidad expresada en el quehacer social en general. Así, es recomendable que toda formación siempre se la conciba considerando los siguientes aspectos:
- Lo básico, relacionado con las primeras y principales ideas que comienzan a conocerse: el sentido de toda formación; su visión sistémica y la interrelacionalidad propia de las áreas del saber que requiera según el tipo de estudio realizado.
- Lo específico, referido al conjunto de saberes y habilidades propias que se aplican desde una determinada especialidad hasta su ejercicio directo en el quehacer socio profesional.
- Lo continuo, es decir, el constante proceso actualizador del conocimiento de los hechos, de sus aplicaciones prácticas y/o de estudios en el marco de las nuevas circunstancias laborales que todos enfrentamos a través de la vida.
- Lo relacional, en cuanto al conjunto de interconexiones que se establecen a través de las singularidades que representa tanto la naturaleza humana, el fortalecimiento de nuestras capacidades y la calidad que puede compartirse en el entorno en el que nos insertamos.
- Lo interpretativo, que responde al sentido y significado, real y/o simbólico, que puede tener el resultado de una experiencia, su proyección y sus consecuencias.
- Lo educativo, es decir, la idea y los fundamentos del compromiso individual y social de enseñar, pero también de aprender, expresando su potencialidad, su inteligencia, su creatividad y el sentido cultural de lo que alcanzado a través del tiempo. En esto, la ciencia y la tecnología, si bien son parte del sorprendente progreso que vivimos, establecen —al mismo tiempo— la permanente motivación que estimule el pensamiento crítico y el grato resultado de cumplir con acierto las metas que cada quien se propone por el bien de sí mismo y de la sociedad.
Estos aspectos expresan el sentido lógico de cómo se internaliza lo sabido en el marco del proceso de aprendizaje, su dinámica, su profundización y su permanente optimización en el curso de la vida. Todo esto responde, a su vez, al propio desarrollo psicológico de la persona que —al comprender la secuencia de estas etapas— permite lograr importantes niveles de experiencia, crecientes grados de calidad en el ejercicio de sus responsabilidades como profesional y, además, la posibilidad siempre pendiente de generar nuevas perspectivas del saber para los tiempos que se aproximan.
Así, este tipo de formación permite comprender relacionalmente la realidad, de tal modo que, los componentes propios de un hecho no solo se vinculen con el hecho mismo, sino también con los componentes que de manera indirecta participan de tal situación.
Cuando las personas demuestran poseer altos niveles de conocimientos en relación con las materias propias de sus intereses, pero careciendo de saberes que los vincule a la comprensión de lo que ello implica, es un problema. Es recomendable, por lo tanto, participar en ámbitos de estudios complementarios, que velen porque esos deficitarios niveles de formación se fortalezcan en las relaciones interpretativas que existen entre la preparación que ya poseen y las nuevas temáticas que, por cierto, existen, pero que no se interrelacionan desde este punto de vista con la formación de base que poseen.
Creer que estos tipos de conocimientos no son útiles para una formación integral, no es propio de quien supone ser una persona de un buen nivel de preparación. Sin embargo, desacreditar la calidad y la importancia que otras áreas del saber presentan, es demostrarse a sí mismo poseedor de las mismas carencias que se critican.
En atención a lo expresado; ¿se encuentran presente en los actuales programas académicos de todas las profesiones la necesidad de contribuir a la formación ética de la persona promoviendo los valores positivos del desarrollo humano? O es que, a los profesionales de determinadas áreas, ¿no debiera interesarles el desafío de saber que cada cual —y en el plano de las diferencias que nos caracteriza—, somos, pese a todo, protagonistas de un mismo desafío cuyas explicaciones para la ciencia, la tecnología y el humanismo en general favorecen el reto de explicaciones aún pendientes?
[1] Pilar Moraga, Rodolfo Sapiains, Gustavo Blanco, Dominique Hervé, Cecilia Ibarra, Marco Billi y Raúl O´Ryan: El valor de las humanidades (en respuesta a Sebastián Edwards), 27 de junio de 2024. Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR2, liderado por la Universidad de Chile, asociada a la Universidad de Concepción y Universidad Austral de Chile. https://www.cr2.cl/el-valor-de-las-humanidades-en-respuesta-a-sebastian-edwards-el-desconcierto/ Ver también, de Roberto Pizarro Contreras, Ingeniero civil industrial y doctor (c) en Filosofía USTC (Hefei, China) https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2024/06/21/sebastian-edwards-y-la-tonteria-de-las-humanidades/
[2] https://elpais.com/autor/nuccio-ordine/
[3] ORDINE, NUCCIO: LA UTILIDAD DE LO INUTIL. MANIFIESTO. https://www.libreriadelgam.cl/libro/la-utilidad-de-lo-inutil_92588
[4] Medina Aveledo, Gonzalo; El enfoque integral holónico de Ken Wilber, otra visión a la hora de investigar
Salus, vol. 22, núm. 1, pp. 8-11, 2018. Universidad de Carabobo. Facultad Ciencias de la Salud, Venezuela “Un enfoque integral, es una manera de relacionar, integrar y sintetizar todos los descubrimientos y conocimientos realizados por la humanidad en un orden epistemológicamente coherente, a pesar de sus distintos aspectos y complejidad”. Wilber, K. El ojo del espíritu. Una visión integral para un mundo que está enloqueciendo poco a poco. Barcelona: Kairós, 2001. Lo holónico, por su parte, es todo “aquello que, siendo una totalidad en un contexto, es simultáneamente una parte en otro contexto”. https://www.redalyc.org/journal/3759/375956270003/html/#redalyc_375956270003_ref4
Autor Artículo: Rubén Farías Chacón
Profesor de Estado en Historia, Geografía y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Valparaíso; Licenciado en Filosofía y Educación, UCV. Doctor en Geografía Aplicada por la Universidad de Alta Bretaña, Rennes-Francia. Miembro del equipo editorial de Iniciativa Laicista.