Por el estallido social ya estaba dando talleres remotos, así es que no fue tan traumática la experiencia. Además, tengo una “pésima salud de hierro”, como diría Sabina, así es que habíamos encontrado maneras de seguir trabajando a distancia, de enseñar a otras a dar talleres en resistencia, de participar, de seguir construyendo escrituras para el cambio social. No es lo mismo un taller presencial, está claro. Leemos solo fotografías a la hora de comunicarnos, y sabemos que el rostro es un remedo: lo real, que no nos habíamos dado cuenta en toda su dimensión, es la lectura del todo el cuerpo cuando se habla. Para quienes damos talleres y clases ha sido un cambio inconmensurable, en constante revisión y aprendizaje.
