Sylvie Moulin
Marie de Rabutin-Chantal, marquesa de Sévigné
Parisina originaria de Borgoña, Marie de Rabutin-Chantal nace en 1626 en el domicilio de sus abuelos maternos en la Place Royale (hoy Place des Vosges). Su padre, el barón Celse-Bénigne de Rabutin, muere en el asedio de La Rochelle cuando ella tiene solo un año y su madre Marie de Coulanges cinco años después. Criada primero por sus abuelos y luego por sus tíos maternos, guardará la nostalgia de su padre que nunca tomaba la vida en serio, diametralmente opuesto a la abuela Jeanne que había abandonado la familia para fundar una orden religiosa y terminó canonizada bajo el nombre de Santa Juana de Chantal.
Marie recibió una sólida educación, al punto de conocer, además del latín, el español y el italiano, algo poco común en la época. Adoraba el teatro de Corneille, y será amiga personal de Maxime de La Rochefoucauld y Jean de La Fontaine. Exigente en todos los aspectos, no se satisfacía con ser amada, quería ser preferida, pero a pesar de ser seductora, se declaraba más interesada en la amistad que en el amor.
A los 18 años se casó con Henri de Sévigné, joven insoportable de 21 años, arrogante pero muy cultivado, de familia bretona. El matrimonio, en agosto de 1644, se desarrolló a las dos de la mañana en una iglesia del Marais: era la hora favorita en los entornos elegantes, según la creencia que el diablo entonces estaba acostado y no podía afectar al marido que debía fecundar a su esposa lo antes posible.[1] En 1646 nace su hija Françoise-Marguerite y su hijo Charles dos años después. Después de eso, Marie dejó de ser esposa ya que no quiere más niños, y Henri tomó entonces a varias amantes, entre las cuales estaba Ninon de Lenclos. Marie se instaló un tiempo en Bretaña, en el castillo de Rochers, y volvió a París después de la muerte de Henri en un duelo en 1651.
Viuda pero feliz de ser libre, empezó a conocer mucha gente de los círculos de la corte y se acercó a los salones de las “Preciosas”, grupo de la alta sociedad parisina que se distinguía por su lenguaje particular, buscando expresiones únicas para definir las cosas que consideraban vulgares, como las partes del cuerpo o los muebles de la casa – a punto que nadie entendía nada en sus conversaciones, como lo satiriza Molière en su comedia Les Précieuses Ridicules.
Madre abusiva, Marie tenía con sus hijos una relación en que los ocultaba. En 1667, introdujo a su hija de solo 17 años a la corte de Versailles. Dos años después, concluyó su casamiento con François Adhémar de Monteil de Grignan, teniente de Provenza, y Françoise se convirtió en la nueva condesa de Grignan. Llegaba con un enorme dote que iba a cubrir las deudas de su futuro marido, feo y mucho más viejo que ella, pero la relación resultó bastante buena.
Marie nunca pudo romper el cordón y lo remplazó por las cartas. Se escribían hasta tres veces por semana y mientras esperaba las cartas de su hija, caía en la depresión. Las noticias de París alternaban con expresiones de su concepto de maternidad y de su pasión extremamente fuerte por ella. Esperando la recepción de noticias suyas, le decía: “Tengo una impaciencia que perturba mi descanso” o “siempre quiero decirle que la amo, que solo pienso en usted, que solo me preocupa su vida”, etc. Se mostraba también obsesionada por la sexualidad de su hija, porque los partos en aquella época eran muy peligrosos, y ya tenía dos nietos. Los mensajes a veces lograban una dimensión incestuosa, como en éste del 23 de agosto de 1671: “Sabe cómo le pertenezco, y que el amor materno tiene menos importancia ahí que la inclinación”. La escritura compensaba el dolor de la separación, y por medio de las cartas se sentía reunida con su hija.
Con el paso del tiempo, Madame de Sévigné se dio cuenta que perdía control sobre su hija y decidió juntarse con ella en el sur. En julio de 1672, inició un viaje de dos semanas hacia Grignan. Impresionada por el castillo y feliz de estar de nuevo con Françoise, de nuevo embarazada, alcanzó a quedarse un año. Al volver a París, se instaló en la mansión Carnavalet – hoy museo de Madame de Sévigné – suficientemente grande para recibir a su hija y yerno, pero dispuesto de tal manera que podía instalar a su hija en una pieza al lado de la suya y su yerno en otra más lejos. Sin lugar a duda, su mejor relación es la que tenían por cartas. Al final de su vida, declaró: “Amé demasiado a mi hija, la amé como hubiera debido amar a Dios”.
Madame de Sévigné murió en el castillo de Grignan en abril de 1696, Françoise en 1705. Pequeño detalle extraño y sórdido: su sepultura, en la colegial del castillo, fue profanada durante la Revolución francesa; se dice que le abrieron el cráneo para estudiarlo y saber cómo había podido escribir tantas cartas durante su vida…
En realidad, Madame de Sévigné nunca había pensado en una carrera literaria y su exuberante correspondencia debía quedar en la familia. ¿Qué pasó entonces?
La publicación de las cartas
Una nieta de Madame de Sévigné, Pauline de Simiane, junto con un primo de ella encontraron las cartas en el castillo de Grignan, unos cinco años después de la muerte de Françoise. Seleccionó primero ciento treinta y siete cartas, a las cuales añadió unas cuarenta antes de volver a Paris en 1716. Regresó a Provenza en 1729 con un copista que empezó el trabajo de transcripción de la correspondencia. Pero sin hablar con su prima, el abad de Bussy había publicado en 1726 las cartas seleccionadas originalmente. Pauline, enojada, inició trámites para hacer embargar la publicación, lo que estimuló más todavía el interés del público. Mientras tanto, había salido una edición con las otras cuarenta cartas. La versión publicada poco después en La Haya alcanzó ciento setenta y siete. Con Denis-Marius de Perrin, primer editor “oficial” de las cartas, se llegará a seis volúmenes entre 1734 y 1737.
El público de Provenza, por supuesto, no quedó indiferente y reaccionó fuertemente, reconociendo a los personajes. Pauline se enfureció de nuevo, a punto de quemar la mayoría de los originales. A su muerte, Perrin publicará numerosas cartas inéditas y reintroducirá, en la medida de los posible, partes sacadas de la edición anterior; logrará crear en 1754 una edición de 772 cartas.
La aventura está lejos de terminar con eso. Bajo la Restauración, 1055 páginas inéditas serán encontradas en posesión de un tal marqués de Grosbois en su castillo de Borgoña. En 1872, un anticuario de Dijon compró en una venta pública seis volúmenes manuscritos de principios del siglo XVIII y los dejó botados hasta que un jurista profesor de derecho, Charles Capmas, los comprara para realizar una nueva publicación de 2.500 páginas en 1876, incluyendo muchas originales. Esta es la versión que sirve ahora de referencia, y sin embargo reproduce solamente la mitad de las cartas escritas originalmente por Marie de Sévigné a su hija. Quizás se encontrarán los seis volúmenes faltantes algún día en un ático…
No queda ninguna de las cartas de Françoise de Grignan a su madre, aunque ella le haya escrito dos veces a la semana. Al parecer, Madame de Sévigné se dio cuenta de la importancia de esa correspondencia y la destruyó para que no fuera encontrada después de su muerte.
Una preciosa página de historia
En su correspondencia, Madame de Sévigné describe las noticias del día, el tiempo que hace, la gente con quien se encontró, los chismes de la corte y los primeros chocolates que llegaron a París. Las cartas reflejan el universo femenino de la época y sus facetas. En algunas se pinta a ella misma con humildad y franqueza, declarando “Tengo el espíritu fundado y el corazón frío”, o “Soy dulce y tierna hasta la locura”. Menciona también a sus círculos de amigos y conocidos, que visitaba regularmente y recibía también, en particular La Rochefoucauld y Madame de Lafayette, con los quienes tiene conversaciones sobre temas literarios – existe una hipótesis que La Princesa de Clèves haya sido inspirada por Madame de Sévigné.
Varias cartas se enfocan en las tradiciones culinarias del tiempo. Madame de Sévigné era muy aficionada a la buena comida, y al mismo tiempo ya está anunciando la “nouvelle cuisine” por preferir la delicadeza y la originalidad de los platos a la cantidad. Habla de sus manjares favoritos y como le permiten en las reuniones sociales aguantar la compañía de las personas aburridas. Describe algunos platos en detalles, como la “torta de huevos”, tarta dulce a base de yemas de huevos duros, almendras, clavo de olor, canela, naranja y limón confitados, en una base de masa de mil hojas que apenas se descubría en aquella época. Practicaba también el “medianoche”, comida que se toma con una compañía reducida, al salir de un día de abstinencia para una fiesta religiosa. Introduce además en su comida productos casi desconocidos entonces, como los espárragos, las alcachofas, los tomates, los higos frescos y los melones.
Al parecer, Madame de Sévigné fue una de las únicas mujeres de letras que se interesó en los juicios de su época, un asunto sobre el cual escribirá después George, y más recientemente Marguerite Duras. Entre las más famosas están las cartas sobre el “Asunto de los venenos”, un escándalo que implicó a varios miembros de la aristocracia acusados de brujería y envenenamientos; la del 1 de diciembre de 1664 donde describe al rey que lee un poema al mariscal de Gramont para tener su opinión, y cuando Gramont le contesta que es el texto más tonto y ridículo que ha escuchado, el rey le dice que él mismo lo escribió; y otra del 26 de abril de 1671 donde describe la muerte de François Vatel, encargado de los banquetes de Nicolas Fouquet, que se suicida el viernes santo porque su enorme pedido de pescado para varias centenas de invitados no ha llegado a la hora prevista.
Pero más afamadas aún son las cartas – todas dirigidas a Arnaud de Pomponne – sobre el juicio de Fouquet, que había llegado al cargo de superintendente de finanzas en febrero de 1653, y una vez en su puesto empeoró las deudas del país, ampliando a la vez su propia fortuna y popularidad. Esto le había permitido, entre otras cosas, edificar el famoso castillo de Vaux-le-Vicomte. Colbert, exministro de Louis XIV, concentrará sus esfuerzos en desestabilizar a Fouquet que pierde completamente su poder a la muerte del cardenal de Mazarin en marzo de 1661. Es arrestado y encerrado en el castillo de Angers en septiembre del mismo año, y se inicia entonces una investigación enorme donde aparecen también testimonios inventados para desgraciarlo. Al terminar el juicio en diciembre de 1664, todos los bienes de Fouquet serán confiscados y él expulsado del reino, pena que el rey convertirá en cadena perpetua.
Madame de Sévigné, amiga de Fouquet y de Arnauld de Pomponne, escribirá 24 cartas a éste para informarle de los detalles y progresos del juicio. La compasión y el sufrimiento que siente frente a lo que vive el superintendente, le hace incluso olvidar la humillación que había sentido cuando cartas suyas habían sido descubiertas en la casa de él, tres años antes, junto con todas las misivas de sus numerosas conquistas…
La correspondencia de Madame de Sévigné constituye un precioso testimonio sobre la vida en la corte de Luis XIV y los eventos políticos y culturales de su tiempo, aunque extremamente codificadas porque fueron escritas en una sociedad donde todo estaba controlado y que, a veces, las dirigía a personas que le eran superiores en rango. La libertad de escritura que le quedaba se expresaba sobre todo en las cartas dirigidas directamente a su hija, manifestando sus sentimientos y la relación que las unía.
Su estilo puede parecer a veces “descuidado”, como ella misma lo define, por la simple razón que nunca pensó que sus cartas, “escritas de un solo rasgo”, iban a ser publicadas algún día. Duda enorme, a punto de preguntar a Françoise quien le había felicitado sobre su redacción: “¿Será posible, hija mía, que escriba bien?” Sin embargo, la variedad de su estética y de sus temas de interés hace que el lector nunca se aburra en su lectura.
Si hoy Madame de Sévigné está considerada no solo como escritora epistolar, sino como autor clásico, a punto de aparecer en todas las antologías de literatura del siglo XVII, es gracias a su estilo realmente único y a su capacidad de describir con muchísimos detalles el mundo que la rodeaba a punto de transformar esas cartas legendarias en un sabroso libro de historia.
BIBLIOGRAFIA
Madame de Sévigné. Correspondance. 3 volúmenes : 1973, 1974 y 1978. Bibliothèque de La Pléiade. Edition de Roger Duchêne.
Legibre, Arlette. Madame de Sévigné et les grands procès de son temps. Histoire de la justice 2010/1 (N°20), pp. 25-33. https://www.cairn.info/revue-histoire-de-la-justice-2010-1-page-25.htm
Au cœur de l’Histoire : Madame de Sévigné. Programa de Franck Ferrand, con Jacqueline Duchene, especialista del siglo XVII, y Arlette Lebigre, historiadora. https://www.youtube.com/watch?v=bub7i7Ha5QM
Secrets d’histoire : La Marquise de Sévigné, l’esprit du Grand-Siècle, Programa de Stéphane Bern, France 2, 18 de agosto de 2015. https://www.youtube.com/watch?v=dkJe7SDTcTo
Les mots délicieusement surannés, sobre la expressión « avoir l’aiguillette nouée ». https://www.mots-surannes.fr/?p=26560).
[1] Eso permitía evitar “le nouage de l’aiguillette”. Expresión antigua refiriéndose a un maleficio que prohibía consumar el matrimonio.