Sylvie Moulin
Una historia marcada por aflicciones
Marceline Desbordes nace en la ciudad de Douai, en el norte de Francia, hija de un pintor que se hizo tabernero después de quedar arruinado por la Revolución. Su infancia estará muy marcada por los eventos que sacuden el país y describe muy temprano la guillotina. Viendo de su ventana a un viejo prisionero, decide ir con su hermano a buscar la libertad de la cual escucha hablar para traérsela, sueño de niños que, por supuesto, no logrará concretarse, pero quedará inmortalizado en el poema La vallée de la Scarpe (El valle de la Scarpe, 1830).
Marceline vive también en un momento de transición, en pleno auge de la cultura escrita impresa, desarrollo de la escolarización, progresos tecnológicos, etc. Igual que su madre, desconfía de un exceso de cultura, pero su hija luchará para aprender y llegará a ser institutriz y fuerte defensora de la cultura de las mujeres.
Como sale de un contexto familiar poco educado y turbado que le dio poco acceso a la lectura y la escritura – su madre fue incapaz de firmar su acta de matrimonio-, los críticos tienden a destacar su supuesta ignorancia y el hecho que era autodidacta como un aspecto negativo. Pero si fue tarde y poco a la escuela, teniendo por eso problemas de ortógrafa, recibió por lo menos la cultura que tiene una actriz de teatro, ya que aprendió de memoria a los autores clásicos. Y si su vida familiar no le permitió el acceso a una cultura escrita y no pudo estudiar el latín – al contrario de George Sand por ejemplo-, se distinguió como mujer.
Marceline describe sus experiencias de infancia en Ne plus (No más), enfocado en la nostalgia de la escuela, La fileuse et l’enfant (La hilandera y el niño), donde cuenta que aprendió a cantar al ir al colegio, y Jour d’été (Día de verano), poema en el cual relata como aprendió con su hermana mayor Cécile. Más adelante, en una carta a su hermano sobre la educación de su sobrina, le aconseja de hacerle copiar textos para aprender, en particular el Telémaco de Fénelon y las Fábulas de La Fontaine. También estudia la música y la guitarra, aprende el inglés con un profesor particular, y lee las obras de los artistas que encuentra.
En 1801, se embarca con su madre hasta Guadelupe para buscar la ayuda de un primo rico que vive allá. Dos años después, la madre muere en una epidemia de fiebre amarilla y al ver el trastorno político y financiero de la isla, Marceline vuelve a Douai a juntarse con su padre. Escribirá mucho más tarde sobre esa experiencia traumatizante: “Entre esa población moribunda o vestida de duelo, solo los pájaros me parecían vivos, porque tenían alas”. En cuanto a su visión de Douai, es bastante ambigua porque habla en algún momento de “paraíso flamenco” y en otro de “ciudad provincial que no suscita mucho el interés”, como si eso fuera relacionado con sus estados emocionales. En general, no habla mucho de la ciudad en sus textos.
Marceline, desde su vuelta, empieza su carrera de teatro, y se desarrolla entonces como actriz, cantante y cantante de ópera, presentándose en el teatro del Odéon y en el Opéra Comique, en Paris, así como en el Teatro de la Moneda en Bruselas. Entre 1808 y 1812, dejará por un tiempo el escenario mientras tenga una relación y un hijo con Eugène Debonne. No se casarán nunca porque la familia de él no acepta a una ex comediante y ella volverá al teatro, en los mismos lugares donde se producía antes. El niño fallece en 1816, y el año siguiente Marceline Desbordes se casa con un actor, Valmore, con quien va a tener cuatro hijos, de los quienes solo Hippolyte le sobrevivirá. Se conocen en el escenario, y él, describiendo el inicio de su relación, escribe: “Las réplicas nos fluían de los labios con una evidencia tal que los espectadores parecían convencidos que esos personajes de leyenda y sus amores encontraban su verdad en nosotros”.
Marceline publica su primer libro de poesía en 1819, Élégies et romances (Elegías y romances), y el año siguiente Poésies de Mme Desbordes-Valmore que reciben una muy buena acogida. Dejará definitivamente el teatro en 1823 para dedicarse a la escritura, publicando sucesivamente Élégies et poésies nouvelles (Elegías y poesías nuevas, 1824), Pleurs (Llantos, 1833, con prefacio de Alexandre Dumas padre), Pauvres fleurs (Pobres flores, 1839) y Bouquets et Prières (Ramos y rezos, 1843). Por esos trabajos recibirá varias distinciones académicas y una pensión del rey Louis-Philippe. Publicará también novelas cortas, Contes para niños, y una novela autobiográfica, L’Atelier d’un peintre (El taller de un pintor, 1833), donde trata de la dificultad para una mujer de ser reconocida como artista. Ese libro, descrito por Louis Aragon como “una de las más grandes novelas de la pintura”, cuenta la historia de una joven del norte de Francia (Ondine, nombre de su hija) quien aprende a pintar en el taller de su tío en Paris (tío de ella). Después intentará publicar de nuevo esa novela sin nunca lograrlo (la edición siguiente es de fecha de 1922).
En cuanto a Les Veillées des Antilles (Veladas de las Antillas, 1821), se trata de una novela con poemas incluidos, fragmentos de recuerdos contados más tarde, sobre la esclavitud. En la Isla de Saint-Bathélémy, presenta a Sarah, huérfana blanca recogida muy joven por un plantador, y Arsène, exesclavo que la acompaña por haber prometido a la madre a punto de morir de siempre cuidar a su hija, en un relato impregnado de compasión por los esclavos y condenación de los europeos que los redujeron a esa condición. La Canción de Arsène puesta en música por el compositor Adolphe Adam, dice: “Jueguen, bailen, hermosos pequeños blancos, para ser buenos permanezcan niños”. En ese libro se encuentra el único texto para el cual ella misma compuso la música, L’alouette.
Marceline muere en Paris el 23 de julio de 1859 y está sepultada en el cementerio de Montmartre. Solo le sobrevivirá un hijo, y se quedará con el apodo de “Nuestra Señora de los llantos” por todos los dramas de su vida, el tono de muchos poemas suyos, y la foto poco halagadora de ella que dejó Nadar en 1854, que la presenta como una mujer anciana, con la cara destruida por los años y el dolor. Los otros son un cuadro de Goya y el famoso retrato pintado por su tío Constant Joseph Desbordes que la representa soñando frente a un libro, estereotipos de ella que se asocian injustamente a su obra.
Un perfil poco tradicional
A pesar de su formación bastante limitada en un principio y esencialmente autodidacta, Marceline recibió una gran admiración de sus contemporáneos. Victor Hugo, joven en aquel entonces y que reconoce “desconfiar a priori de las mujeres autoras”, le da criticas muy positivas. En cuanto a Balzac, escribe: “Venimos del mismo país, Señora, del país de las lágrimas y de la miseria. Somos tan vecinos como lo pueden ser, en Francia, la prosa y la poesía, pero me acerco de usted por el sentimiento con el cual la admiro”. El decidirá situar La Búsqueda del absoluto en Douai después de conversar en una cena con ella. Baudelaire, por su parte, definió la poesía de ella como “Un canto que siempre guarda el acento delicioso de la mujer” y le atribuyó “una belleza repentina, insospechada, inigualable, (…) que nos lleva irresistiblemente al fondo del cielo poético”. En cuanto a Verlaine, la llamó “la única mujer de genio y de talento de este siglo y de todos los siglos” y especificó que era “la primera entre los poetas de este tiempo en usar con felicidad ritmos poco comunes, entre otros el del verso de once sílabas”.
Refiriéndose a su pertenencia a los seis “Poetas malditos”, dice: “Marceline Desbordes-Valmore es digna, por su oscuridad aparente, pero absoluta, de figurar entre nuestros poetas malditos, y debemos por lo tanto hablar de ella lo más en detalle posible”. (Verlaine, Œuvres complètes, Tome IV) De hecho, las antologías la califican en general de “pionera del romanticismo”, pero su pertenencia al grupo famoso formado por Verlaine se menciona poco. Sin embargo, la primera edición de los Poetas malditos aparecida en 1884 contiene poemas de Tristan Corbière, Arthur Rimbaud y Stéphane Mallarmé, y la segunda, aumentada, de 1888 incluye a Marceline Desbordes-Valmore, Villiers de l’Isle-Adam y Pauvre Lelian (anagrama de Paul Verlaine). Marceline, única mujer del grupo, comparte entonces con ellos esa visión del poeta víctima de maldición, con problemas para relacionarse con la sociedad, figura trágica que en algunas ocasiones cae en la demencia.
Además, siempre fue apreciada por sus textos escritos a los niños y para los niños, a punto que a veces no se valora el resto de su obra como se debería (igual que Gabriela Mistral). Incluso, se dio su nombre con mayor frecuencia a jardines infantiles y callejuelas que a colegios o avenidas. Y será más celebrada en esa categoría, como George Sand en la categoría de novelas campestres, porque son sectores en los cuales no pisotean a los hombres. Se transmitió además una leyenda de Marceline Desbordes-Valmore como mujer sentimental y un poco llorona porque no se leyeron otros textos de ella por mucho tiempo.
Es cierto que sus poemas para niños tienen un peso innegable. L’écolier por ejemplo (El escolar, publicado en El libro de las madres y los niños en 1840),escrito un poco a la manera de las fábulas de La Fontaine, cuenta la historia de un niño que no quiere ir a la escuela y pide a una abeja de enseñarle a volar, luego pide a una golondrina que le de felicidad, luego a un perro que comparta su vida con él, pero cada animal le demuestra que debe ir al colegio para tener una vida mejor. La moraleja del poema es que hay que aprender a leer para poder integrarse en la comunidad adulta.
Otros textos transmiten un mensaje claro sobre su visión moderna de la mujer, por ejemplo, cuando, jugando con la ambigüedad del verso, dice en Une lettre de femme (Una carta de mujer), poema de adiós y discurso de liberación femenina si consideramos solo los dos primeros versos: “Las mujeres, lo sé, no deben escribir, / Sin embargo escribo / Para que, en mi corazón, desde lejos puedas leer / Como cuando te fuiste”.
En cuanto a los poemas más negros de ella, algunos corresponden a su tercer contrato en el teatro de Lyon, cuando asiste a la represión sangrienta de los obreros de la seda que piden un aumento de sueldo, y les presta su voz, lo que no es su registro habitual, o cuando describe a las mujeres en la calle que quieren dar homenaje a los obreros que fueron matados (poema Dans la rue, En la calle, 1886). Otros marcan los años oscuros de ella, años 1850s, con la muerte de su segunda hija, su hermana menor, su hermano, su nieto, luego su madre, y finalmente su hermana mayor – varios de esas personas víctimas de tuberculosis.
El año pasado, Michel Peyramaure publicó una novela titulada La vie passionnée (La vida apasionada) inspirada por Marceline Desbordes-Valmores. Peyramaure es un novelista que escribe novelas sobre eventos históricos o figuras de la literatura, la música, la pintura, etc., y ésta se incluye en una serie que dedicó a “las grandes poetas francesas un poco olvidadas” – tiene también uno sobre Louis Labé (La scandaleuse). Presenta a Desbordes-Valmores como una prefigura de la poesía contemporánea, a pesar de un lado a veces sensiblero, y la acerca sobre todo a Verlaine por la cadencia de los versos y la selección de las palabras. En cuanto a su creatividad y la relación de ésta con su tristeza, dice: “Había en ella una base fértil que regaba con lágrimas”.
La musicalidad de su poesía inspiró a varios compositores, desde Adolphe Adam (Restez enfants) y Camille Saint-Saëns (Le Soir, a los 7 años), hasta Rossini (Le Saule pleureur), César Franck (Les Cloches du soir) y Georges Bizet (Berceuse sur un vieil air), o en las últimas décadas Julien Clerc (Les séparés) Pero no fue publicada en antologías por mucho tiempo, lo que planteó un serio obstáculo para que se conociera, y hasta el día de hoy su obra se ha traducido muy poco.
Volvemos con Marceline Desbordes-Valmore al mismo dilema que encontramos con Louise Labé: para leer y estudiar obras de mujeres, tienen que ser accesibles…
BIBLIOGRAFIA
La vie passionnée. 2011. Peyramaure, M. Paris, Calmann-Lévy.
Les poètes maudits. 1888. Paris, Léon Vanier.
Œuvres complètes de Marceline Desbordes-Valmore. 2021. Bibliothèque de La Pléiade. Edition de Francis Ponge.
Œuvres complètes de Paul Verlaine. 1904. Tome IV, p. 45. Paris, Léon Vanier.
Marceline Desbordes-Valmore lectrice. Conferencia deChristine Planté, Universidad de Lyon 2 27 de marzo de 2021 https://www.youtube.com/watch?v=MPPKF_DM5oA
Marceline Desbordes-Valmore: Une vie, une œuvre.1995. Marie-Christine Navarro,France Culture https://www.youtube.com/watch?v=nmIEqZLpg-g&t=1sMarceline Desbordes-Valmore, la poeta olvidada de la modernidad francesa. Anna María Iglesia, 22 de mayo de 2019. https://cronicaglobal.elespanol.com/letraglobal/letras/poesia/marceline-desbord0es-valmore-la-poeta-olvidada-de-la-modernidad-francesa_246594_102.html