Gonzalo Herrera
En la medida que se aproxima la llegada del papa Francisco a Chile, han venido aumentado las detonaciones de artefactos explosivos en recintos religiosos de la capital, perpetrados al parecer por grupos que ven una incongruencia en esta visita papal, entre el mensaje de paz que se espera traiga al país y la falta de condena pública y efectiva hacia los numerosos casos de abusos sexuales contra menores cometidos por sacerdotes en el seno de la Iglesia.
Desde estas páginas hemos sido críticos del desproporcionado despliegue de medidas que ha debido tomar la autoridad, y que repercutirán de manera importante en la vida cotidiana de quienes residen en las ciudades que son parte del circuito de esta visita, afectando incluso la atención de miles de usuarios de los sistemas públicos de salud por haberse decretado feriado un día que hasta hace poco era de trabajo normal. Sin embargo, rechazamos categóricamente cualquier manifestación de violencia, y en particular las amenazas expresadas en panfletos contra el pontífice. Francisco, en cuanto jefe de Estado, merece todo el respeto y la seguridad que nuestra institucionalidad pueda brindarle en su encuentro con los miles de fieles de la Iglesia católica de nuestro país.
Los torpes intentos de intimidación que conllevan estos actos irracionales atentan efectivamente contra la libertad de conciencia y contra el derecho de toda persona a profesar una religión. Del mismo modo que censuramos la intromisión de la práctica religiosa en el ámbito de lo público, por ejemplo en la confección de leyes, defendemos la libertad de creencia y de culto de cualquier ciudadano, incluso en la ocupación temporal de espacios sociales para manifestaciones de fe, cuando está debidamente regulada por la autoridad.
Para nosotros la libertad de conciencia es parte fundamental de la libertad humana. Ello nos obliga a convivir con posturas y formas de pensar que probablemente no compartamos, sin que ello constituya una ofensa para nuestros propios puntos de vista. La separación del Estado de las iglesias nos brinda un espacio donde todos caben, al que debemos aprender a respetar, sin que ello nos impida el derecho a condenar crímenes abominables que deben quitar el sueño también al pontífice que está por llegar.