Por Julio Zuleta
Había una vez un planeta llamado Tierra. Al inicio de una de sus etapas de desarrollo surgieron bacterias, plantas y finalmente los animales, uno de los cuales fue el hombre. Este animal se caracterizó por ser gregario, juntándose inicialmente en pequeños grupos para ayudarse mutuamente hasta llegar, con el correr del tiempo, a complejizar su gregariedad, conformando sociedades para mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, fueron surgiendo diferencias entre sus integrantes, algunos se hicieron ricos y poderosos y otros pobres y dominados.
Siguieron pasando los años, hasta llegar a un momento en que el hombre fue generando nuevas condiciones, especialmente por el avance de algo que llamaron tecnología. Una de las cuales, cambió los modos de relacionarse entre los individuos; la relación cara a cara entre las personas en gran medida pasó a ser una relación con un nuevo medio: el WhatsApp, lo que trajo como consecuencia una dependencia del teléfono celular.
Los que dominaban los medios de comunicación tecnológicos, se movían con mayor velocidad que los otros, y fueron alcanzando niveles de dominio muy grandes; por lo tanto, como consecuencia fueron desdibujándose los Estados, porque surgió una cosa llamada Globalización.
Cambiaron los centros de poder hacia las grandes potencias y las trasnacionales. La economía pasó a dominar todo, surgieron un individualismo y consumismo feroces, que no respetaron en lo más mínimo a la madre tierra, la Pacha Mama. Se fue generando un problema mayúsculo que, aún hay quienes lo ponen en duda, el llamado calentamiento global, que modificó ecosistemas, la desaparición de muchas especies tanto vegetales como animales, generó desertificación y grandes deshielos.
La Tierra, molesta con esta explotación, hizo mutar un virus llamado COVID 19, dotado de una capacidad increíble para contagiar a los hombres. Desde ese momento, todos los seres humanos –desde reyes poderosos hasta el más humilde de los hombres– cayeron en su potente red, sembrando el temor en todos las personas que habitaban la tierra; pasó a llamarse, con la pandemia generada, el Rey de la Incertidumbre.
Nadie lo conoce para vencerlo, todos se unen para atacarlo y anular sus efectos. Pareciera ser que el individualismo va desapareciendo, pero paradojalmente, se va produciendo un retiro de todos a sus hogares, la llamada cuarentena. Como si esta última fuera la respuesta a una batalla sin cuartel.
Por otra parte, en todo este proceso se ha instalado una gran inseguridad, con la cual no estábamos acostumbrados a convivir diariamente, aun cuando algunos hombres fueron capaces de decir que el futuro estaría dominado por la incertidumbre e, incluso, algunos sostenían que la educación debía preparar a las nuevas generaciones para que estas tuvieran las capacidades de comprender el mundo cambiante y lleno de dudas.
Algunas interrogantes surgen: ¿qué pasará con la economía?, ¿qué pasará con el calentamiento global?, ¿qué pasará con las relaciones entre los seres humanos? Y tantas otras que tú, lector, podrás agregar.
Ojalá que de esta pandemia surjan algunos cambios como respuestas, tales como: que el hombre se torne más humano, que se respete la Pacha Mama, que reine la fraternidad, que el hombre sea más solidario, menos codicioso y más amoroso. Dejo hasta aquí estas líneas para que otros, si así lo estiman, sigan completando este relato y aporten, para vivir con el Rey de la Incertidumbre en el futuro.
La pandemia que nos acosa ha sido abordada teóricamente desde múltiples formatos. Iniciativa Laicista expone aquí las reflexiones que nos entrega el profesor Julio Zuleta envueltas en la figura de un relato.