Es importante recordar para este ensayo que el feudalismo fue un sistema social, político y económico que predominó durante la Edad Media, desde el siglo IX al XV. Estuvo caracterizado por el sistema de vasallaje y es considerado por muchos como la «Edad Oscura», debido a las sangrientas guerras, las epidemias y el escaso avance científico. Una de las características principales del sistema feudal fue la descentralización del poder, ejercido a través de nobles organizados en feudos, que tenían una relativa independencia del monarca, pero estaban supeditados a su rey con estrechos lazos de lealtad. Los nobles heredaban sus títulos, que pasaban de generación en generación.
El feudo era un contrato entre dos personas: el señor feudal y el vasallo. En este pacto se establecían relaciones mutuas, el vasallo recibía una tierra donde habitar y protección militar a cambio de una relación de dependencia con el señor feudal. El vasallo debía administrar la tierra y tomar las armas en defensa de su señor en caso de ser necesario. Además, debía pagar tributo de su cosecha o producción. Dentro de esta estructura también existían los campesinos, que eran aquellos que trabajaban la tierra y estaban bajo el dominio total del señor feudal, por lo que no eran considerados hombres libres. En este periodo la tierra era garante de dinero y, por lo tanto, la posesión más preciada. Las actividades económicas consistían principalmente en la agricultura y en la producción artesanal.
El Tecnofeudalismo es un concepto que se basa en una analogía con el sistema feudal histórico, pero adaptado al contexto de la era digital y la economía globalizada. En el feudalismo tradicional, la estructura creaba una dependencia directa de los siervos hacia los señores, quienes ejercían un control significativo sobre la vida económica, política y social de la época.
Hoy día, con la existencia de corporaciones tecnológicas gigantes, lasBigTech (término que se refiere a las grandes empresas tecnológicas que tienen una gran influencia en la industria, la sociedad y la economía global) son lideres en sectores como el comercio electrónico, las redes sociales, la informática, la inteligencia artificial y el cloud computing. Las más importante hoy día son: Google, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, TicToc, Alibaba, Uber) que operan de una forma que se asemeja al sistema feudal de la Edad Media.
De señores feudales a señores digitales
En la era digital, el Tecnofeudalismo sugiere una estructura similar, donde las grandes corporaciones tecnológicas, asumen el papel de los señores feudales. Estas compañías controlan los territorios digitales esenciales, como los datos y las plataformas en línea, que son fundamentales para la economía y la sociedad contemporáneas. Las BigTech tiene una gran influencia en la economía global. Las ventajas se encuentran en la cooperación tecnológica, que puede dar lugar a una mayor innovación y eficiencia, facilitando también el acceso a mercados que antes no, eran explotados.
Los usuarios de estas tecnologías, por su parte, se asemejan a los siervos del feudalismo, dependiendo de estas plataformas para una variedad de actividades diarias, desde la comunicación y el consumo hasta el trabajo y el entretenimiento. En este sistema, ostentan del poder no solo a través de la acumulación de capital, sino también mediante el control de la información y los recursos digitales, lo que les permite influir en gran medida en la economía y en la toma de decisiones políticas. Al igual que los señores feudales tenían poder sobre la vida de los siervos, estas tienen la capacidad de influir significativamente en la vida de los usuarios, dictando no solo las condiciones de uso de sus servicios, como por ejemplo el caso de Uber donde ellos les ponen las condiciones a miles de autos que trabajan con estas corporaciones, sino también recopilando y utilizando datos personales, a menudo de forma opaca y sin el pleno consentimiento de los individuos.
El Tecnofeudalismo también refleja una disminución de la movilidad social y económica, similar a la observada en el feudalismo clásico. En el mundo digital, la concentración de poder y capital en unas pocas entidades limita la competencia y la innovación, creando barreras para el ingreso de nuevos actores y restringiendo las oportunidades para las pequeñas empresas y los emprendedores. Las demandas de EE.UU. contra Apple por actuar en presunto régimen de monopolio y la histórica sanción de la Unión Europea contra dicha compañía por «abusar de su posición dominante en el mercado de distribución de aplicaciones de streaming de música” son casos clásicos de este dominio sobre las actividades económicas.
El teórico crítico del Tecnofeudalismo, el autor más destacado que ha contribuido al desarrollo de este concepto es Cédric Durand, economista y profesor en la Universidad de París. Durand argumenta en su obra Tecnofeudalismo, crítica a la economía digital que estamos presenciando una transición de un capitalismo neoliberal a una forma de feudalismo tecnológico, donde el poder económico se centraliza en unas pocas corporaciones tecnológicas. Durand sostiene que estas empresas han logrado una posición dominante no solo en términos económicos sino también en términos de control sobre la información y la tecnología, lo que les otorga una capacidad sin precedentes para influir en la sociedad.
El economista y político griego Yannis Varoufakis también ha abordado el Tecnofeudalismo, enfatizando que las tecnologías digitales están facilitando una nueva forma de capitalismo que se distancia del neoliberalismo. Varoufakis argumenta que la digitalización de la economía ha permitido a las BigTech acumular poder no solo mediante la acumulación de capital sino también controlando los flujos de información y datos. Él ve esta tendencia como una amenaza para la democracia y la soberanía de los estados, ya que estos gigantes tecnológicos operan a menudo más allá del alcance de las regulaciones nacionales.
El Ascenso de las BigTech en la Economía Global
En las últimas dos décadas, las BigTech han experimentado un crecimiento exponencial, no solo en términos de valor de mercado, sino también en su influencia en la economía global, la política y la sociedad. Estas empresas tales como Google, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, TicToc, Alibaba, Uber, entre otras, han transformado no solo el sector tecnológico sino también varios aspectos de nuestra vida diaria y la economía en general. Por ejemplo, la capitalización de mercado de Apple superó los 2,73 billones de dólares en 2023, superando históricos en la bolsa con valor bursátil de tres billones de dólares. Los ingresos de Apple ascienden a 383 mil millones de dólares en año fiscal 2023, obtuvo cerca de 97 mil millones en ganancias netas, destacando el enorme crecimiento económico de esta corporación. Amazon controla una porción significativa del comercio electrónico, mientras que Google y Facebook dominan la publicidad en línea, y Uber el transporte público en vehículos particulares. Cuyo dominio se extiende más allá de sus respectivos mercados, impactando en la innovación, el empleo y la acumulación de capital, también tenemos las corporaciones chinas como TicToc, Alibaba.
La concentración de poder en estas corporaciones plantea interrogantes sobre la estructura de nuestro sistema económico y las dinámicas de poder en la era digital. Su dominio en el mercado puede sofocar la innovación por parte de empresas más pequeñas y limitar la diversidad en el ecosistema tecnológico. Este dominio no solo afecta a la economía, sino que también tiene implicaciones para la democracia, ya que estas empresas tienen la capacidad de influir en la opinión pública y en la política a través de sus plataformas y productos.
Yanis Varoufakis, respecto de Alexa, dice que no es una persona, es lo que nos permite aceptar el profundo conocimiento que tiene de nosotros, que de otro modo nos parecería extraño o aterrador. Nos relacionamos con ella como si fuera una persona, aunque sabemos que no lo es, somo más vulnerables, estamos listos para caer en la trampa de pensar en Alexa como nuestra pandora, nuestra sierva mecánica, pero no es exactamente una sierva. Es más bien, una pieza del capital de mando basado en la nube que te está convirtiendo en un siervo, con tu ayuda y gracias a tu trabajo no remunerado, con el fin de enriquecer aún más a sus propietarios.
Nos conectamos para disfrutar de esos servicios de esos algoritmos, estamos haciendo un pacto fáustico con sus dueños, no estamos sometiendo a un modelo de negocios basado en la recopilación de nuestros datos, seguimiento de nuestra actividad y la selección invisible de nuestros contenidos, el algoritmo se dedica a vendernos cosas, mientras vende nuestra atención a terceros. Pero aquí sucede algo muy relevante, muy profundo que entrega sus propietarios un poder inmenso, predecir nuestro comportamiento, guiar nuestras preferencias, influir en nuestras decisiones, hacernos cambiar de opinion para, así, reducirnos a sus sirvientes no remunerados, cuyo trabajo es proporcionar nuestra información, nuestra atención, nuestra identidad y, sobre todo, los patrones de comportamiento que entrenan a sus algoritmos. No podemos olvidar las estructuras laborales, como las fábricas, las oficinas o los almacenes, donde los trabajadores asalariados, con la ayuda de las maquinas, producían los bienes para generar beneficios, financiaban los salarios y la producción de más máquinas, y así se acumulaba y reproducía el capital. El capital en la nube se reproduce sin mano de obra asalariada, imponiendo su modelo de negocio a todo el mundo, para lo cual contribuimos gratuitamente.
También tenemos el caso de los trabajadores dela plataformaUber, quienes se incorporan como “socios” de la nube, lo que suena muy bello, pero jamás tendrán participación de sus utilidades, incorporan su vehículo, su trabajo, sin derechos sociales, sin posibilidad de recuperar el auto en caso de accidentes; pueden trabajar sin salarios por muchos años en forma paupérrima, en la cual el “Socio de la Nube” está trabajando 12 horas diarias, es el nuevo proletario de la nube o el nuevo siervo de la nube. Esta revolución digital de la nube está convirtiendo a los trabajadores asalariados en proletarios de la nube, con vidas muy estresantes y precarias, controlados por los jefes algorítmicos.
Algunas propuestas económicas.
En el marco del Tecnofeudalismo, donde las BigTech asumen un papel central en la economía, generando enormes cantidades de riqueza, pero también consolidando su poder, surge la necesidad de una propuesta económica que busque una distribución más equitativa de los beneficios que estas corporaciones obtienen. La idea es desarrollar un sistema tributario que no solo refleje la estructura única del poder económico en la era digital, sino que también fomente una mayor equidad social.
Una medida central podría ser la introducción de un impuesto sobre los beneficios extraordinarios, específicamente diseñado para las corporaciones tecnológicas que superan ciertos umbrales de ingresos y rentabilidad. Este impuesto se enfocaría en capturar una parte de los beneficios que estas empresas obtienen gracias a su posición dominante en el mercado, reflejando la idea de que con gran poder y beneficios viene una mayor responsabilidad fiscal.
Otra propuesta es el impuesto sobre la renta digital, que se aplicaría a los ingresos generados por la venta de datos, la publicidad en línea y otros servicios digitales. Este impuesto reconocería la naturaleza única de la economía digital, en la que los datos y los servicios digitales no siempre se valoran ni se gravan de manera efectiva en los marcos tributarios tradicionales.
Además, se podría reformar la asignación de derechos impositivos para que los impuestos se paguen en los países donde las BigTech generan valor, no solo donde tienen su sede física o legal. Esto abordaría la práctica de trasladar beneficios a jurisdicciones de baja imposición y aseguraría que las contribuciones fiscales reflejen más precisamente el lugar donde se crea el valor.
Implementar una tasa impositiva global mínima para las corporaciones tecnológicas sería otra estrategia, evitando la carrera hacia los paraísos fiscales. Esto requeriría una cooperación internacional sólida, estableciendo un marco global para los impuestos corporativos y asegurando que las BigTech contribuyan justamente a las sociedades de las que se benefician.
Estas propuestas reflejan un enfoque que no solo busca gravar de manera justa a las grandes corporaciones tecnológicas, sino que también apuntan a reinvertir en la sociedad, fomentando un ecosistema tecnológico más diverso y equitativo. En última instancia, el objetivo es asegurar que los beneficios de la revolución digital se compartan de manera más amplia, en lugar de acumularse en las cúspides del poder corporativo tecnofeudal.
Nos encontramos en un punto de inflexión en la historia económica y tecnológica. El debate sobre el Tecnofeudalismo no es solo una cuestión académica, sino que tiene implicaciones prácticas profundas para la sociedad. Nos enfrentamos a preguntas fundamentales sobre el tipo de futuro que queremos construir en la era digital. ¿Cómo podemos asegurar que los avances tecnológicos y la acumulación de riqueza por parte de las BigTech beneficien a toda la sociedad y no solo a una élite tecnocrática?
En conclusión, podemos destacar la paradoja schumpeteriana con el concepto de destrucción creativa un de las ideas más influyentes del siglo XX luego de Marx, la dinámica del capitalismo que es un proceso tumultuoso de evolución de las estructuras económicas, cuyo impulso es la destrucción creativa, lo que permite nuevos objetos de consumo, nuevos métodos de producción y de transporte, nuevos modelos de negocios digitales con nuevos mercados, nuevos tipos de organización industrial, nuevas tecnologías que eliminan métodos obsoletos. Las innovaciones traen el crecimiento, el desarrollo de nuevas tecnologías digitales con la proliferación de innovación de innovaciones, la mutación cualitativa de modalidades de producción, de consumo y de intercambio, todas estas innovaciones formando parte de las políticas públicas de los gobiernos del mundo y estados en desarrollo.
El Tecnofeudalismo nos ofrece un marco para entender la concentración del poder económico y tecnológico en manos de unas pocas corporaciones gigantes. Autores como Cédric Durand, Shoshana Zuboff y Yannis Varoufakis han contribuido significativamente a nuestra comprensión de este fenómeno. Estamos sumergidos en la era del capitalismo, de la vigilancia, sometidos a un espionaje permanente y la entrega de nuestras conductas en datos. Mientras avanzamos en el siglo XXI, es crucial mantener una conversación abierta y crítica sobre el papel de las BigTech en nuestra sociedad, cuestionando y analizando su influencia para garantizar que el futuro tecnológico sea inclusivo, equitativo y democrático. El Tecnofeudalismo no es un destino inevitable, es un escenario potencial ante el que podemos y debemos influir con nuestras decisiones políticas, económicas y sociales.
Bibliografía
Yanis Varoufakis. Marzo 2024, Tecnofeudalismo, Centro de Libros PAPF. Editorial Planeta Chilena S.A. 2024.
Cédric Durand. 2021, Tecnofeudalismo, Critica a la economía digital. Impresión Grafica Ulzarra, Huarte (Navarra) Ediciones La Découverte París, 2020 Ediciones La Cebra Kayolda 2021.
Adrien Sergent. Revista Sociedad Numero 42 año 2021. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
Rob Lucas. Capitalismo de vigilancia. Publicación en la revista Nueva Sociedad Numero 290 Noviembre-Diciembre del 2020.

Autor del Artículo: Roberto Berríos
Ingeniero de la Universidad Estatal Arturo Prat
Diplomado en Gestión de la Innovación y la Tecnológica
Diplomado en Filosofía de la Neurociencia Cognitiva de la Universidad Alberto Hurtado.
Escritor y ensayista.