Por Sylvie Moulin y Rodrigo Marilef Betanzo.-
Entre los derechos sociales esenciales, la educación ocupa un lugar central, y por muchas buenas razones. No sólo es el campo de disputa de una determinada visión del mundo: la educación tiene un valor intrínseco asociado al desarrollo personal, a la expansión de las capacidades de acción en la realidad, al conocimiento de las/os demás y de sí misma/o, y por esta vía, a la aceptación de las diversas moradas y opiniones que componen el abanico discursivo de cualquier sociedad. La educación es, en sí misma, sinónimo de desarrollo humano.