El bien común, una ilusión

En general, cuando se habla de bien común o bienestar común, se hace referencia principalmente a aquello beneficia a la totalidad de un conjunto de ciudadanos o personas de una comunidad. Este conceto se aplica a las condiciones sociales, institucionales y socioeconómicas y abarca  diversos campos del saber y de la vida humana, lo podemos tener presente en diversos códigos éticos, religiosos o filosóficos, así como en normativas de tipo jurídico que  rigen o regulan las sociedades.

Se podría estudiar desde diversas perspectivas la riqueza económica en común, el interés público de la ciencia política, con tradiciones religiosas e institucionales. Las acepciones del bien común son importantes para el bienestar y el beneficio de todos, en lugar de las aspiraciones individuales.

Estos ejemplos que están por encima de los intereses individuales de la comunidad: La recolección de dinero para llevar obras comunes para colaborar en los incendios producidos o terremotos. La lucha contra el cambio climático y la reducción de gases de efecto invernadero.

Es factible establecer que los bienes comunes o públicos son aquellos que no pertenecen a un individuo exclusivamente, sino que a todos aquellos que integran una comunidad y cuyo disfrute les pertenece. En esta comunidad, el derecho es expresado en garantías de seguridad y justicia a las personas que la componen, la cosa de todos, los que deban siempre aspirar al bien común jurídico, o sea, al Estado de derecho.

A continuación, describiré algunos conceptos introductorios y filosóficos que presentan estos pensamientos, que son bastante representativos. Estos conceptos están un poco olvidados en el discurso político y ético, el cual se ha definido de diversas maneras, ocupando un lugar destacado en la filosofía política y social. Lo tenemos presente en el pensamiento de Aristóteles y Tomás de Aquino, perdiendo vigencia en la filosofía por el giro individualista occidental. Podríamos plantear que es uno de los pilares fundamentales de la doctrina social de la Iglesia católica (Pontificio Consejo, Justicia y Paz, 2005). Recuperando, así, su relevancia ante la experiencia de los totalitarismos. La doctrina social de la iglesia católica define el bien común como el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten, ya sea en colectividad, como así también a sus miembros, alcanzar la propia perfección ampliamente compartida.

Tenemos que en la tradición clásica o aristotélica-tomista[1], la noción de bien común relaciona el bien de las personas, en cuanto forman parte de una comunidad, y el bien de la comunidad, en cuanto orienta a las personas que la forman. Para Aristóteles, la formación de cualquier comunidad requiere un bien común (1984a, VII, 8. 1328a), porque el fin de la ciudad es el vivir bien. Por eso el bien común está constituido primeramente por la virtud, es decir, por aquello que desarrolla de manera positiva y orienta al ser humano en su profunda naturaleza.

Es importante destacar lo que dice Roberto Bobbio[2], el primero en afirmar que el fin de la sociedad política es “vivir bien”, es decir, el bien común, fue Aristóteles quien, en la Política, (Aristóteles, 1999: I.1-2) concebía a las polis como un conjunto de familias: Así, al igual que su maestro Platón, lo hicieron años antes, sin tanta precisión como él, distinguía las instituciones buenas (reinos, aristócratas, politia) de las corruptas (tiranía, oligarchía), tomando como criterio de aquellas que persiguen el bien  son las que, además, persiguen el bien de todos, mientras que las corruptas solo buscan el beneficio del gobernante.

Por esto tenemos que Tomás de Aquino[3] dio un nuevo impulso a la teoría aristotélica, donde el bien común adquiere su significado en el gobierno: “gobernar consiste en conducir lo que es gobernado a su debido fin”. Por eso, el fin de la comunidad no puede ser distinto del bien humano. El bien común tiene, pues, una dimensión sobrenatural, y otra temporal, que coincide con aquello que requiere la sociedad para vivir de manera buena.

Con la modernidad, este concepto se separó de la tradición aristotélica-tomista. Aparecieron entonces una gama de posiciones, entre el liberalismo de base individualista, donde el bien de la sociedad cede ante la persona, y los colectivistas, donde la sociedad es una entidad propia, con un bien colectivo, distinto y superior al de los ciudadanos.

Tenemos que, en el siglo XX, el renacimiento del tomismo dio nuevos vuelos al concepto de bien común, con Maritain[4] (1966) donde la persona forma parte de una comunidad y, en este sentido, está subordinada a la misma; pero es mucho más que un miembro de la comunidad, porque posee una dimensión trascendente, de modo que la sociedad ha de tener como fin a la persona. 

En la economía también podemos distinguir tipos de bienes comunes, como el uso de zonas del mar para el cultivo de ostiones, son bienes comunes de una cooperativa de pescadores cuyas zonas han si cedidos en comodato por el estado para el desarrollo de la actividad productiva del cultivo de mariscos, cuyos beneficios van para los socios de la cooperativa y el público consumidor por comprar un producto sustentable ecológicamente.

En algunas oportunidades, estas relaciones entre bien común y bien particular o privado se plantean a menudo en términos de enfrentamiento, como si la búsqueda de este último fuese incompatible con la del bien de la sociedad, pero no siempre es así, por lo que el bien común puede tener primacía sobre el bien particular, si se trata de bienes de este o superior género (tomas de Aquino). Esta tensión entre las personas y la sociedad, entre el bien personal y el bien común, se resuelve dinámicamente: la persona tiene el deber de conseguir el bien para sí, pero solo puede conseguirlo si consigue también el bien de la sociedad, la cual se orienta hacia la persona, cuya dignidad es superior al bien de la comunidad. Como conclusión de este punto, podemos plantear que la sociedad debe ser construida de algún modo por todos sus miembros, también el bien común es construido por ellos, surgiendo la actividad común de todos, lo que también es disfrutado por todos.

Rafael Alvira[5] dice que lo común es lo que une: existe algo común entre los seres humanos que trasciende el tiempo, es decir, el nivel puramente histórico. Lo que es común en sentido propio es ontológicamente anterior a los individuos que participan en él. Si estos vienen después, entonces lo común es algo que se encuentra, que era ya formalmente de antes. Explicado de otra manera más simple, lo común no es una síntesis, es un símbolo real, una unidad previa, en la cual están unidos los individuos.

Otro aspecto que me parece importante desatacar es la esencia del bien común[6], el filósofo Antonio Millán Puelles[7] expresa que uno de sus rasgos característicos en el intento de permanecer fiel a los logros de la fenomenología[8] y la doctrina del bien común, el cual la define como el que es apto para ser participado por todos y cada uno de los miembros de una comunidad o sociedad  de personas humanas, en el cual ese  bien común es el que puede tener conjuntamente varios beneficiarios o participes, este no tiene rigurosamente dueño alguno.

Según Millán Puelles el bien común tiene una estructura[9], son tres los componentes básicos que la componen:  El bienestar material es una situación compartida de los ciudadanos. La paz es el segundo componente de importancia, cuando una comunidad está libre de conflictos, es una unidad moral, que no esté quebrada, es importante para el desarrollo de la virtud, ya que el bienestar material hace viable la paz, esta paz exterior e interior se da cuando están de acuerdo en los bienes que les son útiles.  Los valores culturales, tales como el pensar, sus convicciones, su origen, sus creencias, lenguas, tradiciones y relaciones, que identifican el acervo cultural de una sociedad o grupo de personas.

Cuando los ciudadanos participan de los bienes materiales les es más fácil practicar la virtud, este concepto se refiere a la característica moral de la persona, con la práctica de los comportamientos y actitudes que son considerados como buenos, justos, honestos, valientes, sabios, entre otros valores éticos, la virtud implica hacer lo correcto incluso cuando resulta difícil, está vinculada a la integridad, la rectitud y un carácter moral fuerte.

 Para ser mejores personas y compartir esos bienes con otras personas, deben ser ordenadas de acuerdo con la naturaleza de cada persona.El orden común es una comunidad que se caracteriza por su comunicación entre sí, y por su integridad, lo que les permite alcanzar una estructura óptima que si se hallan aisladas. La paz o estar libre de conflictos es esencial para que todos participen de manera efectiva, brotando la voluntad espontánea de los miembros. Los bienes culturales y espirituales se encuentran sobre los materiales, por lo tanto, la técnica, la economía y la práctica de la ciencia son beneficiosas en la medida en que contribuyan al bienestar espiritual del ser humano.

Como se construye[10] el bien común siendo este un concepto abstracto, como actuamos para darle cuerpo, según Maritain (1966, pags 52-53), plantea lo siguiente, el bien común es un tópico fundamental que implica el bienestar integral de la sociedad y de cada individuo, para construirlo destaca cierto principio ético y políticos.

1.- Dignidad humana, la sociedad debe respetar y promover la dignidad inherente a cada persona, esto es, reconociendo los derechos fundamentales de todos los individuos.

2.-Justicia social, la justicia es fundamental para el bien común.

3.-Solidaridad, esta es esencial entre los miembros de la sociedad, la colaboración activa y una preocupación genuina por el bienestar de los demás.

4.-Participación, es vista como un medio para lograr el bien común.

Para esto deberíamos olvidarnos del yo como persona, y pensar, y actuar en cuarta persona, es decir, en nosotros, en proyectos que propicien el bienestar colectivo, pues el bienestar personal no es suficiente, por lo que el interés superior o general, debe primar sobre el interés particular.

Podríamos deducir que el bien común o público son aquellos que no pertenecen a un individuo exclusivamente, sino que a todos los que integran una comunidad y cuyo disfrute les pertenece, me parece muy atingente plantear que es un sistema con sus componentes principales, tales como el bien material, la paz, y los valores culturales. Estos elementos se comunican entre sí porque, son parte de un todo, con esto se consigue el equilibrio perfecto, que, si funcionaran en forma aislada, para así llegar a un constructo ideal.

Vivimos un periodo marcado por la indiferencia, el individualismo exacerbado y la introducción de mensajes, la manipulación mediática, la ambigüedad comunicacional y la corrupción institucional, que tienden a aislar a los seres humanos de su condición social. La tecnología, por una parte, está puesta en función del aislamiento, como la intervención neuronal, la inteligencia artificial, la robótica, entre otras, están sobre el desarrollo comunitario. Es una actividad recurrente que permea todos los espacios.

Concuerdo con Yanis Varoufakis economista griego, quien plantea, que, “para contrarrestar a las megacorporaciones digitales, se deberían crear algoritmos públicos que se puedan regalar, como bien púbico para la Pymes para que así, construyan su propio capital en la nube, de propiedad común y cooperativo”, todo esto para evitar el feudalismo digital, quizás seas una ilusión de bien común, pero dejare planteada la interrogante para el mundo.   

Nuestra sociedad tiene una estructura organizada por instituciones para asegurarnos de que todos puedan tener un bien común. Si este sistema se rompe en algún componente, ya sea contaminándose con conflictos o con guerras, no respetando las culturas, perdiendo los vasos comunicantes, perdemos la posibilidad de crear un sólido bien común para el mundo.

 Por esto la preocupación, inquietudes y compromisos para crear una sociedad menos separada y tener certezas y esperanzas.    


[1] Tomismo es la escuela filosófica teológica que surgió como un legado del conocimiento y el pensamiento de santo Tomás de Aquino.

[2] El bien común: el menos común de los temas. Doctora María Laura Picón. Pontificia Universidad Católica de Argentina.

[3] Tomas de Aquino fue un presbítero, fraile, teólogo, filósofo y jurista católico, del orden de los predicadores, el principal representante de la enseñanza escolástica y una de las mayores figuras sistémicas. Influenciado por Agustín de Hipona, Aristóteles, Platón, Platón, Sócrates.

[4] Jacques Maritain (París, 18 de noviembre de 1882-Toulouse, 28 de abril de 1973) fue un filósofo católico francés, defensor del neotomismo, desde donde se edificó una metafísica cristiana denominada «Filosofía de la inteligencia y del existir»1​, y principal exponente del humanismo cristiano, y uno de los padres de la Democracia Cristiana.

[5] Rafael Alvira, fue un filósofo y catedrático español de la Universidad de Navarra, Doctor en Filosofía en la Universidad complutense de Madrid, especialista en filosofía antigua, en antropología y filosofía política.

[6] La filosofía del bien común. Autor ensayó Eudaldo Forment. Basado en A. Guy Histoire de la philosophie espagnole. Universidad de Toulouse Le Mirail (1985.333.)

[7] Antonio Millán Puelles, profesor de Filosofía de Universidad San Pablo CEU, miembro de varias asociaciones internacionales, la Sociedad Internacional Tomas de Aquino y la pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino.

[8] Fenomenología de la percepción, Merleau Ponty busco la continuidad al esfuerzo de demostrar los límites del saber científico, superar las diversas dicotomías que permean las ciencias y reconocer la fundación de cualquier conocimiento de la experiencia del mundo vivido

[9] ¿Qué entendemos por bien común?  Autora Linda Paz Quezada. Economista, con especialidad en Gobierno y cultura de las Organizaciones. Profesora de antropología filosófica.

[10] El bien común autor Antonio Argandoña profesor catedra “la Caixa” Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno.

Autor Artículo

Roberto Berrios

Escritor, ensayista, Ingeniero, con un diplomado en Gestión de la Tecnología e innovación, diplomado en Filosofía de la Neurociencia Cognitiva (Universidad Alberto Hurtado)

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