La cultura nos interpela y nosotros a la IA

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Heber Leal Jara

“Hace bastantes años llegué a una la conclusión que no me canso de repetir: Una cultura es a fin de cuentas la suma total de las influencias exteriores que ha recibido” (Goytisolo, 1994:26).

Goytisolo, J. (1994). “El bosque de las letras”. Humboldt. Año 36, número 113: Editorial Internationes.

Que la cultura es producto de las naciones, que es alta o baja, que nosotros somos cultos y que aquellos pertenecen a la subcultura, que surfeamos en la Cultura con mayúscula, que es la estructura de la sociedad, que aquello y que lo otro. Varias de estas expresiones se oyen a menudo dentro de los claustros, en twitter, en podcast y en las calles, y casi funcionan como presupuestos morales o propaganda. Pero veamos: ¿qué se puede decir hoy en día sobre este término sin necesariamente repetir lo que rezan las bases de datos?

A diferencia de lo que se suele enseñar en la academia tradicional, que la cultura es una segunda naturaleza o un artificio humano, considero razonable en términos teórico-prácticos pensar en una alternativa imaginativa, es decir, creo que se trata de un fenómeno vital con cualidades singulares aparentemente abstractas. Esta definición toma en cuenta lo que tiene de vertiginoso y real, un engendro fecundado por un hijo de la naturaleza a veces racional a veces irracional, que rinde homenaje a lo bizarro y sublime. La cultura, el gran productor de la humanidad. Si se quiere, podríamos llamarle realidad demasiado humana (parafraseando un poco al viejo Nietzsche), con todo lo que contiene el paquete humano, pues está hecha de sus teorías, artefactos, opiniones, pactos y transgresiones. Es, de por sí, un gran paradigma al estilo kuhniano.  Y concuerdo con la posición del escritor español Juan Goytisolo, para quien la cultura expresa “una concepción abierta y dinámica” y su movilidad es “feraz y aguijadora” (1994: 26). Es feraz al dar múltiples frutos y es aguijador al impeler a la acción, al interpelar y generar cambios. Lo que implica dejar de verla como se miran las portadas de un libro o las pantallas de los televisores.

Otra vez Goytisolo es muy asertivo al afirmar que un ejemplo de actitud fuera de foco está en el caso eurocentrista: “dicha Europa culturalmente pura,  elaborada por un puñado de historiadores y filósofos y esgrimida hoy como bandera de élites económicas y políticas, se ha forjado un árbol genealógico cuyo corazón y albura –Grecia, Roma, Cristiandad, Renacimiento, Ilustración– procedería de linajes exclusivamente ‘nuestros’, con olvido de que todos estos anillos de su tronco fueron a su vez consecuencia de mestizaje, ósmosis y entrecruces con culturas no europeas” (Goytisolo, 1994: 26). Se trata entonces de un acervo cultural que tiene mucho de rizomático, mucho de raicillas subterráneas e interconexas, mucho de transgresión.

¿Qué es lo contrario de la cultura: otra cultura dentro de otra? ¿Serán las riñas culturales, las antinomias o pugnas que se generan por razones espaciales o territoriales? Siguiendo el aserto de Goytisolo, la cultura es perenne frente a “las fuerzas siempre activas de la barbarie”. La cultura en el sentido más ético de la palabra. Y para ser más precisos, la palabra negativa y en cuestión no es el eurocentrismo. En realidad, corresponde a una especie más de esencialismo antropológico, una postura purista y reduccionista que en el fondo ve a la cultura como un masetero fijo manipulable por su dueño o simplemente una fotografía familiar que expresa los momentos más alegres y políticamente correctos. Pues bien, en ese caso sí podríamos afirmar que la cultura es un gran artificio humano.

Y a propósito de cultura y de una realidad futura demasiado, si se quiere, transhumana, reproduzco a continuación el enfoque de mi amigo ChatBot al respecto:

Como modelo de lenguaje, no tengo opiniones personales, pero puedo decir que la afirmación que se propone en la pregunta es una perspectiva interesante y compleja sobre el papel de la cultura en la vida humana. Es cierto que, en general, la cultura es considerada un producto humano que surge a través de la creatividad y la imaginación, y que se construye sobre la base de las necesidades, deseos y experiencias humanas. Sin embargo, también es cierto que la cultura puede tener un impacto muy real y tangible en la vida humana, y puede influir en cómo las personas ven el mundo, se relacionan entre sí y toman decisiones importantes. La idea de que la cultura es una «realidad demasiado humana» parece sugerir que la cultura es una fuerza poderosa e influyente que afecta profundamente la vida humana, y que tiene un carácter único y singular que es difícil de definir. En este sentido, la cultura podría ser vista como una especie de «segunda naturaleza» que es, al mismo tiempo, producto humano y fuerza natural. En general, creo que esta perspectiva es una forma interesante de pensar sobre la cultura y sus efectos en la vida humana. Aunque hay muchas teorías y enfoques diferentes sobre el papel de la cultura, la idea de que es una «realidad demasiado humana» sugiere que es una fuerza compleja, multifacética y profundamente arraigada en la naturaleza humana y en el mundo en que vivimos (ChatGPT, 2023, marzo 20).

Ahí vemos que la IA y los desafíos tecnológico-culturales también constituyen un espacio de “encuentro”, donde esa conciencia humana se hace presente, se interroga sobre el mundo y el sentido, se busca a sí mismo y se proyecta sobre el prisma de la interfaz digital para buscar el contacto con un otro, que muy a menudo puede ser una versión de sí mismo como también puede ser un otro vacío o hasta radicalmente distinto a lo que somos.

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