Qué decir sobre la estética luego de Benedetto Croce

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Heber Leal

Benedetto Croce (1866-1952) fue un filósofo, historiógrafo y político italiano poco conocido en la actualidad. Se trata de un pensador erudito y autodidacta que llegó a ser senador liberal por Nápoles en Italia y se convirtió en un referente clave de la cultura de su tiempo. Luchó contra el dogmatismo y los enemigos de la libertad.

Breviarios de estética. Cuatro lecciones, dos ensayos y un apéndice, que se publicó por primera vez en 1912, suele ser considerado un texto anexo a su obra, pero es relevante ya que en él se desenvuelven sus propuestas más íntimas sobre la estética y la filosofía del arte.

Si bien estamos en una época donde el arte se vuelve algo casi subalterno, aún sigue siendo su tratamiento de gran confusión para legos e incluso académicos de diversas disciplinas, esta columna pretende responder someramente la pregunta: ¿qué área del conocimiento estudia el arte? En un siglo donde prima la transversalidad, nos es pertinente explorar las sugerencias que nos ofrece Croce a la hora de pensar las creaciones artísticas como hechos singulares y dignos de reflexión. Una de las cosas que aclara de partida es que el arte es un fenómeno distinto al conceptual o al natural, y que también se aleja del orden moral: el arte es “el deleite de imaginar”. No es lo mismo abordar las complejidades bioquímicas del ADN o las variables sociales de la violencia que estudiar la lógica de La divina comedia de Dante o el trasfondo simbólico de Las Meninas de Velázquez. Claramente hay una opción de estudio que puede tener correlato con temáticas de disciplinas afines, pero que se diferencia en su constitución de otras áreas del conocimiento.

Para Croce la estética es la conjunción de la filosofía y la historia del arte, su sistematización obedece a la erudición y al orden teórico racional. Por lo tanto, es una rama de la filosofía del arte que se enfoca en abordar las singularidades y efectos de una obra artística en concreto, mientras que la filosofía del arte de la cual emana se encarga de estudiar el sentido o la metafísica del arte en general. Por lo tanto, en el terreno de la especificidad, la estética aborda los fundamentos, posibilidades y deslindes epistémicos de una creación artística, para así definir su valor estético e instituir su lugar dentro del panteón del canon o bien demostrar sus dimensiones originales y transgresivas. Croce sostiene que pensar una obra de arte parece sencillo, todo el mundo da su opinión, desde legos hasta filósofos o teóricos. Pero incluso en estos últimos se corre el riesgo de obtener respuestas que “escapan al sentido común”. Con ello, indirectamente ataca las visiones extremadamente formalistas o aquellas que han sometido el arte al servicio de otros fines (heteronomía del arte). Tampoco el estudio del arte se puede reducir a la literatura o poesía, para ello está la sub-rama denominada poética, que en concreto es una estética abocada específicamente a las creaciones literarias.

Desde luego, compartimos con Croce que sería temerario dar una respuesta válida sobre el arte sin haber hecho una revisión sistemática de la literatura precedente: cosa que en términos investigativos se hace en el mundo académico actual en todas sus variantes. Pero Croce aconseja no desdeñar el trabajo de la crítica extraacadémica y sostiene que el esteta debe tomarse el tiempo de revisar el rastro histórico de los diversos estudios sobre la materia y evaluar los aspectos, por ejemplo, generacionales.

Sus investigaciones consideran que el artista  –a diferencia del filósofo genérico que trabaja sobre meros conceptos–  tiene la gran capacidad de producir imágenes o fantasmas, en ese sentido el verdadero artista es un prodigio. De algún modo su margen de diferencia estriba en concebir o dar a luz algo nuevo, que no estaba en la naturaleza ni antes en la cultura. Si repensamos lo que nos sugiere Croce, podríamos decir que el arte es una suerte de fantasmogénesis. Una capacidad que, a diferencia de la mera racionalidad técnica, el pensamiento instrumental y la sensibilidad de las relaciones sociales, denomina “producto de la intuición”. Esto también nos retrotrae a dos pensadores que un programa académico de estética no puede desdeñar: Arthur Schopenhauer, quien del mismo modo separaba las habilidades intelectuales de la razón y la intuición para tratar el arte en su El mundo como voluntad y representación (el arte como el mejor nivel para evitar el sufrimiento humano y la voluntad de vivir) y Henry Bergson quien refuerza la idea de “impulso vital” en La evolución creadora (el arte como capacidad de capturar la fuerza interna y subjetiva, y acceder a la profundidad más auténtica de la existencia). Croce en particular sostiene que el arte trasciende la lógica y sus conceptualizaciones. Su mérito estriba en dibujar el terreno propio de la estética y velar por su autonomía.

El filósofo italiano manifiesta que el trabajo que efectúa el artista no es para todos y no es tan fácil como a simple vista parece a los ojos del espectador: sostiene que no se trata de fantasear o mezclar imágenes antiguas en una suerte de collage (salvando el detalle de que existe el estilo libre y ciertas corrientes que avalan la fortuna y el azar como causas asociadas a la creación artística), sino más bien de crear una imagen coherente, singular y con unidad, con un hilo de sentido que conduzca a la imagen a un nivel distinto respecto de otra creación. Una obra artística auténtica sería aquella que genera una experiencia única en el espectador y que, además, ostenta la unidad de técnica y creatividad.

Es decir, apunta a un principio de unidad propio de la intuición del que carece la mera fantasía: “La intuición si es verdaderamente artística, y no un caótico amasijo de imágenes, sólo cuando tiene un principio vital que le anima, se logra su cometido”. En otras palabras, un factor causal del arte no sólo es la forma sino también la pasión del artista y su talante singular. Cosa que también es digna de análisis, desde diversas disciplinas.

Otro punto interesante es el tratamiento que hace de la relación arte-placer. Sostiene Croce que el arte no debe ser definido como un mero pasatiempo o juego; pues pese a que hay ciertas similitudes en algunos aspectos, reducirlo a tales categorías simplificaría el análisis estético a doctrina hedonista sobre los placeres. En este sentido, también sostiene que se debe considerar el carácter autónomo y no heterónomo del arte, porque su fundamentación no puede depender de una dignidad externa superior, ya sea política, religiosa o científica. Es decir, la estética es esa ciencia o disciplina que resguarda la singularidad del arte y reflexiona arduamente sobre su autonomía como objeto de estudio. Incluso se podría hablar de “nivel estético de reflexión” cuando abordamos el trasfondo o las singularidades de una obra de arte (película, poema, pintura, etc). La focalización estética es tal que no usa el objeto artístico como un medio, sino como un fin en sí mismo, y tras esa demarcación elabora sus discursos y teorías. Por lo tanto, una esteta al igual que un epistemólogo, que a veces proviene de la física, la biología, la antropología o la psicología, bien puede provenir de una base prefilosófica disciplinar (teatro, cine, plástica, psicología, sociología, lingüística, literatura), aunque tradicionalmente se la asocia a la filosofía. Pero al igual que la clásica epistemología, necesita de una fuerte formación de corrientes y lenguaje filosófico al igual que conocer –e incluso formar parte– de una comunidad científica de estudio sobre el arte. Algo similar a veces ocurre, por ejemplo, dentro del mundo de los graduados en jurisprudencia que hacen un posgrado en filosofía del derecho y se dedican a abordar los fundamentos del deber y la justicia. Por lo tanto, al igual que la epistemología alude a un juicio sobre los asertos científicos, la estética alude al análisis de los juicios sobre el arte.

La estética tiene su propia capacidad analítica, su campo de estudio y sus herramientas de investigación. Los tres clásicos objetos de estudio de la estética son: la reflexión filosófica sobre el arte, la belleza y la percepción de lo agradable o sublime. La estética no se enfoca en hechos empíricos como acostumbra el método científico, sino que estudia las lógicas del sujeto creador y los valores estéticos de su obra. Tampoco se enfoca en el bien o el mal de las cuestiones artísticas, pues para valorar el apego a normas de comportamiento existe la ética, que tiene por lo demás un lugar preminente dentro de la divagación intelectual, más aún la ciencia como se ve en la actualidad.

Volvemos entonces a la pregunta inicial: ¿qué decir sobre la estética luego de Croce? Que se trata de un terreno fértil distinto al de la ciencia y de la ética, que merece atención por su singularidad cultural, que requiere tino intelectual para separar el arte de otros objetos de estudio, que no es caprichosa o conveniente a una ideología, y que pensar la obra de arte sobre todo involucra una formación filosófica indispensable para otorgar riqueza al análisis. Como toda analítica, la estética separa la obra de otras variables, la descompone, evalúa su sentido y aborda la crítica precedente, argumenta sobre sus alcances, elabora interpretaciones y exégesis, y no se reduce a ser un juez o policía del arte.

Heber Leal

Coordinador Núcleo de Formación General

Miembro del Núcleo de investigación: Imagen, literatura y poder

Universidad Mayor.

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